Rodolfo Walsh: el heroísmo y el martirologio

Diálogo entre Horacio Verbitsky y Horacio González

Las páginas que a continuación desgrabamos implican tácitamente una constatación y se arrogan un privilegio: Walsh dialogado por “los Horacios” es pura enjundia, meandros inimaginables, historia de las ideas, derivas que inquieren y fuerzan las memorias y los pensamientos anquilosados. Reproducimos una conversación realizada a la hora del crepúsculo con el fin de salvar las palabras de su momentaneidad, de su ser transitorio y transformarlas en trazos epifánicos.

Rodolfo Walsh entre nosotros

–Horacio Verbitsky: Yo milité con Rodolfo Walsh. Los más jovenes tienen actualmente una distancia con el personaje. Se ha creado un mito, para nosotros él es uno más. Yo tengo un diálogo tácito y permanente de toda la vida: las cosas que discutíamos, las que compartíamos, las que disentíamos, las causas comunes que seguimos y los matices con los que cada uno lo hizo. Pero no es que a partir de Walsh reflexiono sobre determinas cuestiones. Podemos tratar de aprovechar hoy este encuentro que “orillea” el tema para hacerlo, pero no es lo que espontáneamente me surge.

Rodolfo Walsh: la marca de su escritura

–HV: Me parece que el libro Operación Masacre es más una estrella fugaz que un sol. Es más un hecho único que la fundación de una escuela. Muy atado a la coyuntura, al momento en que ocurrió y en todo caso la continuación de Operación Masacre es el trabajo de Walsh y del grupo de gente que participó con él durante la dictadura. Pero no creo cuando hablamos de periodismo que haya un antes y un después. Hay un antes, un después y hay un Rodolfo. Es interesante recordar las cosas que Walsh contaba sobre Operación Masacre: cuando empieza su investigación teme que los grandes medios, con todos sus recursos le ganen de mano, y luego nadie se interesa en el tema; y no solo nadie compite con él, sino que cuando termina la investigación nadie la quiere publicar; termina publicandola en dos medios absolutamente marginales, uno del nacionalismo católico y el otro de la izquierda liberal marxista, el de Barletta. La continuidad periodística del libro es el propio Rodolfo veinte años después, en la última dictadura y en condiciones parecidas a las de Operación Masacre: armado desde la clandestinidad. En ese momento él escribe en el final de la Carta Abierta a la Dictadura Militar: “…sin perspectivas de ser escuchado y con la seguridad de ser perseguido”. Todo lo que hoy llamamos periodismo de investigación corre con el viento del establishment a favor, no en contra, existen muy pocas excepciones. En 1976, al crear ‘la cadena informativa’ Rodolfo Walsh escribe: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.

–Horacio González: Walsh usó la idea de “periodismo de investigación” en una entrevista con Ricardo Piglia en el año 1970 para afirmar que era superior a la declinante novela burguesa. Esa frase de Rodolfo siempre me llamó la atención ya que estaba trabajando en una novela que no se conoce, pero se sabe estaba escribiendo. Terminé de leer un libro de Piglia en el que le dedica cien páginas a Walsh; ahí él dice que efectivamente quería escribir una novela, que iba a ser una gran alegoría de una Argentina deshecha, que se iba a reconocer en los restos de un Río de la Plata reseco. Me perturba esa idea, creo que solo desde el punto de vista de un personaje finalmente perseguido, con una ética cristiana, podríamos aceptar el “periodismo de investigación”. Nunca me pareció correcto hacer un juicio sobre la novela tan tajante, siempre creí que era un género con valores y virtudes. Desde el punto de vista ficcional la novela lo acercaba con la misma fuerza, se llamara como se llamara.

–HV: Sí, pero me parece que lo que surge es un problema de sincronismo, porque cuando dice eso en la entrevista con Piglia en 1970, es cuando intenta escribir una novela y no puede, no le sale. Lo único que lo motiva es el cuento o la investigación militante. Pasa largas jornadas en el Tigre –noso­tros íbamos a visitarlos los fines de semana– y no logra comenzar a escribir hasta que en un momento pudo ver los límites del testimonio y de la investigación. Rodolfo en esa entrevista con Piglia dice algo muy interesante y es sobre el nivel de elaboración de la prosa en una investigación periodística, o en una obra de ficción. Él dice que no tiene por qué haber diferencia.

–HG: En Los oficios terrestres la forma de avanzar en el relato es la del periodismo de investigación entendiéndole como un núcleo ficcional más fuerte. El núcleo a investigar es la consciencia humillada. Es magnífica la pintura del internado, creo que supera a Vargas Llosa en La ciudad y los perros, como novelas de internado, de personas presas de un poder eclesiástico y administrativo. Hay una ansiedad por la libertad o por la liberación.

Juan se iba por el río

–HV: Con la novela que Walsh estaba escribiendo antes de su asesinato pasó una cosa extraordinaria, conmovedora, en la audiencia del juicio por su asesinato hubo un testimonio de Lilia, su compañera y otro de Martin Grass, ambos logran reconstruir lo que había escrito; eran aproximadamente setenta carillas. Lilia empezó a contar y Martin siguió. Cuando reventaron la casa en el Tigre y secuestraron todos los textos se los llevaron a la ESMA. Grass que estaba detenido, pudo leerlo. Lilia tenía una memoria extraordinaria y era con Rodolfo como son los buenos creyentes con la Biblia, se lo sabía casi de memoria, tenía una devoción literal por su obra.

–HG: Martín Grass la leyó en la ESMA ¡qué situación de lectura! es como para decir torpemente ¡Qué privilegio haberlo leí­do! ¡Y en qué lugar aparecía ese privilegio!

–HV: Walsh escribe esas páginas en un momento de catástrofe, de derrota. La entrevista con Pliglia, en el año 1970, es el momento del optimismo, casi de euforia después del Cordobazo, es al comienzo de la formación de las organizaciones revolucionarias. Todo parecía ordenarse en un rumbo progresivo y presuntamente triunfal. En cambio, cuando trabaja la novela, es en un momento de derrota, él mismo describe eso en las notas que envía a la conducción de Montoneros, cuando cuestiona la estrategia militarista y plantea el repliegue. En ese sentido me refiero a los límites.

El peronismo y los intelectuales

–HV: Rodolfo comienza su periplo intelectual en relación con el peronismo en su adolescencia, era muy reacio al tema. Forma parte de los grupos juveniles de la Alianza Libertadora que se trompean en las calles con los socialistas y los comunistas de la FUBA mientras comenzaba a surgir el peronismo. Luego se normalizan las relaciones con el sistema interamericano y se firman las actas de Chapultepec y es ahí cuando rompe, desde una posición nacionalista. Escribe en su autobiografía: “…yo soy lento”. ¡Cuánto tiempo le ha llevado el tránsito del nacionalismo a la izquierda!. Se repliega después de eso y se dedica a la carrera intelectual, a lo que luego autocritica en la entrevista con Piglia, como la intelectual burguesa. Hace traducciones, escribe cuentos, gana premios, acumula prestigio. No tiene participaciones políticas; quien sí lo hace es su hermano Carlos, que llega a Capitán de Navío de la Armada y es uno de los aviadores que bombardea la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955; entonces él se identifica con su hermano y escribe un artículo donde hace un elogio de un suboficial de la marina que murió siendo leal a los oficiales, a pesar de su condición de clase. Todo cambia con el triunfo del golpe. Creo que el periplo de Rodolfo es muy representativo de sectores muy vastos de las clases medias; es decir, lo que le pasa a Walsh después del 55 es lo mismo que le pasa a Angelelli, a Carlitos Mugica y a De Nevares. Son tres grandes figuras del catolicismo social y de la política popular argentina que fueron duramente antiperonistas. Angelelli fue uno de los organizadores del golpe del 55 en Córdoba. De Nevares participó en los grupos de apoyo al lanzamiento de la marina en Bahía Blanca. Mugica estaba en el seminario donde tenían armas acopiadas para participar en los comandos civiles. Ahora, en cuanto el golpe triunfa estas cuatro personas, que son sensibles y que tienen una nobleza básica, que están más allá de las posiciones políticas que cada uno asume en determinados momentos, se dan cuenta: ¡Qué hemos hecho! ¿Qué es esto? Y no solo ellos, hay una carta de trescientos curas cordobeses después del golpe diciendo: “… nosotros no estamos en contra del pueblo, estamos a favor del pueblo.” Ese equívoco trágico de sectores de las clases medias que enfrentan al peronismo, es parecido al que hoy lleva a esos sectores a votar por Macri.

En esa época no existian los medios hegemónicos, sin embargo había una red de difusión organizada por la iglesia con panfletos y periódicos. En el libro Panfletos de Félix Lafiandra –miembro activo del catolicismo opositor y organizador de la campaña de gráficas e impresos que tenía por objetivo ampliar los apoyos al golpe– hay un panfleto que realiza un primo de Rodolfo, el hermano marista Septimio Walsh, que es uno de los organizadores de los comandos civiles que acopian armas en los conventos, tienen los mimeógrafos y hacen los panfletos. Ahí encuentro un antecedente transparente, una filiación directa de la cadena informativa que Rodolfo organizará veinte años después.

Cuando Walsh ve la represión del alzamiento de 1956, una vez que se despierta a la realidad social, al clasismo virulento de ese gobierno y finalmente a los fusilamientos, comienza en 1957 la investigación de Operación Masacre. Once años después tiene curiosidad de conocer a Perón y cuando rumbo a Cuba hace escala en Madrid, lo visita. En ese encuentro se cruza con Raimundo Ongaro, por casualidad, y Perón los presenta y le dice a Ongaro: “… todos los peronistas estamos en deuda con este hombre por lo que escribió e investigó”. Sin embargo pienso que Operación Masacre no es un libro peronista, un libro peronista es el libro Mártires y verdugos de Salvador Ferla.

–HG: Por eso tuvo más vigencia y repercusión el de Walsh.

–HV: No sé si por eso o porque tiene una calidad de prosa extraordinaria.

–HG: Todo lo que dijiste es interesantísimo… creo que hay una veta de persecución del heroísmo en Walsh. El heroísmo y el martirologio. Es por eso que escribe esas notas de los aviadores que cayeron al Río de la Plata, creo recordar que los aviones salieron de Punta Indio y fueron derribados en Olavarría. Hay dos calles en Olavarría con el nombre de esos dos suboficiales y Rodolfo escribe entonces una apología de la muerte heroica que después será trasladada, me parece, con algún refinamiento mayor y con una simpatía hacia los fusilados por el Estado. Evidentemente no era la misma situación que la de los dos personajes militares ya que eran civiles en una situación de vida cotidiana y si bien complotados, eran esencialmente inocentes y estaban protegidos por la ley. Por eso Operación Masacre está más cercano a la idea liberal que a la idea del peronismo. Es un libro de militares que contravienen la ley, por eso es tan efectiva la denuncia. Ese heroísmo es el de las pequeñas criaturas, del que aparta los fusiles, del que sale corriendo. Me parece que le agrega la idea del heroísmo del militar que muere por una causa perdida, porque finalmente ese bombardeo fue visto desde los aviadores, era tremendo porque mataban civiles, pero visto desde una noción abstracta del heroísmo militar, lo ponían cerca de André Malraux o de Saint-Exupéry. Después lo traslada a la idea del fusilado. Lo que ven los montoneros me parece que es eso mismo, de alguna manera permanece el Walsh del 55 en forma latente.

Mártires y verdugos de Salvador Ferla siendo un buen libro, representa la obligación de un escritor peronista, en cambio en Walsh era simplemente seguir una línea del martirologio cristiano traducido a la historicidad de un país. También creo que tiene que ver con el reproche posterior que hace a Montoneros de la falta de historicidad.

La depuración y el martirologio

–HV: Rodolfo Walsh es un irlandés católico y eso aparece con fuerza en su Carta a la Junta Militar cuando dice: “…sin la esperanza de ser escuchado y con la certeza de ser perseguido”.

–HG: Sus mejores cuentos tratan sobre Irlanda. Es un mártir cristiano del XII.

–HV: En su Carta a la Junta termina diciendo: “…pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”. Lo que dice Horacio es absolutamente cierto. Todavía Walsh no ha descubierto el sujeto histórico; lo hará en las reediciones de Operación Masacre; y lo redescubre no a partir del peronismo sino a partir de la revolución cubana. Cuando viaja a Cuba participa en la Operación Verdad, en la creación de Prensa Latina y empieza a atisbar el marxismo. Mientras reedita Operación Masacre va incorporando el desarrollo histórico, las clases sociales y las confrontaciones. Eso está siempre en cada reescritura que realiza del prólogo y del epílogo. El cuerpo del libro permanece sustancialmente idéntico, con algunas excepciones notables; una es la supresión del capítulo central poemático, barroso y basural.

–HG: A mí me gustaba.

–HV: Está bien, yo no digo que a mí no me gustaba. Pero él hace y emprende un camino de desprendimiento y de autodepuración.

–HG: Lo hace todo más enjuto, un capítulo lírico. Desde el punto de vista literario ese capítulo era más liberal y no una elegía.

–HV: Pero pone otras cosas que yo he visto en esas relecturas que son muy llamativas. Él peina todo el texto y lo va aligerando, suprime objetivos, circunloquios, lo hace más directo; más músculo y hueso, va desgrasando el texto y además lo va, de alguna manera, nacionalizando. En la primera edición hay un epígrafe que es un verso de T.S. Eliot que dice: “Una lluvia de sangre ha cegado mis ojos. ¿Cómo, cómo podría volver alguna vez a las suaves, tranquilas estaciones?”. En la segunda edición él reemplaza ese epígrafe y pone una frase del expediente donde el comisario que dirige los fusilamientos dice: “…tuve la ingrata tarea de recibir la orden y de tener que cumplir la orden”.

–HG: Eso es muy interesante, quizás podría decir que es una pena ese cambio. Fíjate en Apocalipsis Now, como Coppola usa a Eliot del mismo modo que lo había usado él en Operación Masacre. Cuando el Coronel Kurtz recita, recita a Eliot. Está bien el cambio.

–HV: Pero me parece que Walsh está haciendo una gran literatura que no necesita citas literarias. Tiene la formación de un irlandés católico pero al mismo tiempo un rechazo por la institución eclesiástica y mucha desconfianza. Los mismos curas que le enseñaron esas cosas eran los que lo maltrataban en el internado.

–HG: Es una rebelión cristiana contra los curas. Lo comparo con un místico medieval en muchos sentidos, por eso está en la historia argentina como algo tan interesante, como una piedra flotante, por eso sigue vivo.

–HV: Rodolfo no entra por el lado de cristianismo y revolución, sino por el lado de la CGT de los Argentinos, de Ongaro y de la clase obrera. Él ahí realmente descubre a la clase trabajadora.

–HG: Ongaro también era un cristiano.

–HV: Es verdad, pero eso a Rodolfo le interesaba menos; le interesaba el trato directo con los laburantes. Iba a las asambleas con un grabador y escuchaba atentamente con un enorme respeto y grababa, para después reflexionar sobre el lenguaje, trataba de reproducir eso literariamente.

Perón, peronismo y cristianismo

–HV: Walsh comprende al peronismo desde su formación católica pero desconfía de Perón. Hoy está muy de moda decir que el papa es peronista; afirmación que se puede sostener sin inconveniente a condición de que primero se diga que el peronismo es católico. La impronta católica en el peronismo es fundamental, decisiva. Eso aparece en lo bueno y en lo malo, en los mejores y peores momentos. Está en la inspiración de las encíclicas sociales, pero también en la confrontación con la iglesia cuando el peronismo opone las dos personas de la pareja presidencial y confronta al catolicismo integral contra el peronismo integral. Ese es el comienzo de la ruptura.

–HG: El peronismo podría haber sido un episodio más en las rupturas de la historia del cristianismo y convertirse en una orden interna: dominicos, franciscanos, agustinianos y peronistas. Podría haber sido una orden más, pero la disputa era muy grande.

–HV: Si, claro, no era una fracción sino que intentaba ser un todo.

–HG: Por eso creo que simultáneamente, en 1954, la iglesia funda la Democracia Cristiana.

–HV: La fundación de la Democracia Cristiana es un reflejo europeo. El golpe del 55 no es un golpe militar, es un golpe eclesiástico con participación de distintos sectores, entre ellos, algunos militares. Es la iglesia la que organiza, la que programa, la que distribuye las armas, la que hace los contactos con los distintos grupos.

–HG: Dios es justo, era el santo y seña.

–HV: Era la contraseña.

–HG: Los aviones con la cruz pintada y la marcha falangista de la revolución libertadora, una marcha extraordinaria, la mejor que se escribió en la historia argentina; la compuso un hijo del músico santiagueño Gómez Carrido.

Polémicas y Organizaciones

–HV: Durante el largo año del retorno de Perón, Rodolfo tenía una visión muy negativa y las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) –organización donde militábamos– también. De hecho la organización había planteado una consigna que decía: “Perón es de los trabajadores y no de los traidores”. De esa premisa se deducía que Perón no regresaba a la Argentina porque el regreso lo estaban organizando los traidores. Las FAP plantean una fuerte discusión ideológica durante todo el año 1972. Se interrumpieron prácticamente todas las actividades militantes para participar de esa discusión. Allí surgieron aportes verdaderamente muy valiosos, que creo se pueden rescatar retrospectivamente de esa polémica entre Montoneros y otras Organizaciones Armadas Peronistas (OAP) que para las FAP eran una desviación burguesa. Las consignas que planteaban las FAP sobre dos ejes eran: la alternativa independiente de la clase obrera y del pueblo peronista. Creo que si ese camino se hubiera seguido, tal vez no hubiésemos tenido la tragedia que tuvimos en el país. Pero tampoco hubiésemos tenido el retorno de Perón, el 11 de marzo, el Camporismo. Ahora, en función de ese aislamiento que las FAP hacen de toda la Operación retorno, es que primero yo y luego Rodolfo y Piri Lugones, nos vamos de la Organización. Nosotros queríamos participar en todo el proceso político que se venía. Decido entonces pasar a Montoneros simultáneamente con el regreso de Perón, porque además yo si sabía que Perón volvía y la discusión con los compañeros de las FAP era muy dura.

Ellos no querían ver los datos de la realidad y tenían esa definición ideológica. Yo estaba trabajando con Campora y en la redacción de Clarín y tenía por distintas vías información muy concreta que indicaba que Perón volvía a la Argentina. Yo hago el pase a Montoneros porque no quería estar al margen del proceso político que se abría en el país. Rodolfo y Piri pasan tres meses después, por la misma razón. Las FAP se esterilizan en la discusión. Cuando se produce el golpe y la represión Rodolfo escribe cuestionando la creación del movimiento Montoneros. Esa es una de las últimas cosas que él escribe y dice que se contradice la índole del repliegue, que el repliegue debe ser al territorio seguro y conocido, que en este caso es el peronismo. Walsh escribe eso y al poco tiempo lo secuestran. Había mucha discusión, pero la conducción no contestaba con discusión política, sino con sanciones disciplinarias. A mí me separaron, por decir cosas similares de la organización, por falta de confianza de la conducción; lo hacen seis meses después de la desaparición de Rodolfo. Había leyes montoneras de Murphy, una muy importante era: “ámbito que critica se disuelve”.

–HG: No recuerdo bien ese documento pero sí tengo presente el déficit de historicidad y el ejemplo que da de la historia argentina del siglo XIX: la toma de Buenos Aires por Martin Rodríguez.

–HV: En ese texto Rodolfo dice que los militantes conocen la toma del palacio de invierno y no saben cómo se toma el poder en la Argentina.

–HG: Esa es una típica frase jauretchana. Jauretche ejemplificaba siempre esa disparidad entre el conocimiento de lo universal en detrimento de lo particular.

Paco y Rodolfo

–HV: Frente al asesinato de Paco Urondo en junio del 76 –nueve meses antes que lo mataran a Walsh, en marzo del 77–, Rodolfo escribe unos textos críticos que no estaban concebidos para hacerse públicos, que eran anotaciones personales, cartas entre nosotros y algún documento dirigido a la conducción.

La cúpula de Montoneros tenía cierta suspicacia con los intelectuales. Nosotros éramos los que rompíamos las pelotas, los que cuestionábamos y discutíamos. Hay que pensar que era una conducción de pendejos, a excepción del Negro Quieto, y nosotros éramos viejos. Paco sobre todo, Rodolfo, incluso yo tengo diez años más que Firmenich, y de nuestro grupo, yo era el menor. Rodolfo tenía 25 años más que Firmenich. Nos tenían mucha desconfianza y además no veníamos del grupo fundador. Paco Urondo venia de la FAR, del marxismo, y ellos eran católicos. A Paco lo maltrataron, él vivía con una compañera y se enamoró de otra; la primer compañera protestó y le hicieron un juicio. Le aplicaron la moralina pequeño burguesa disfrazada de moral revolucionaria. La sanción fue enviarlo a Santa Fe y Mendoza, dos lugares donde no lo podían mandar. Entonces nosotros cuestionábamos mucho esas cosas, al igual que Gelman y Rodolfo; fuimos muy críticos de toda esa disciplina aplicada contra Paco.

John Cooke y Rodolfo Walsh

–HG: A ambos los vincula el cristianismo. Cooke es un marxista sin adherencias mesiánicas, es un existencialista. Es un laico absoluto, en su testamento donó su cuerpo a los estudiantes de medicina ironiza: “…o si tírenlo a una laguna”. ¿No sé si concordás Horacio?

–HV: Yo estaba pensando en términos más del recorrido histórico, me parece que se complementan bien los enfoques distintos que tenemos. Rodolfo hizo el mismo camino de Cooke varios años después y con un punto de partida distinto. Rodolfo parte del anti peronismo y Cooke parte del peronismo.

–HG: Pero fue un nacionalista en los 40 como Walsh.

–HV: Había diferencias de edad entre ellos. Walsh es del 27 y Cooke del 20. Cooke era un un orador muy poderoso y brillante diputado siendo muy joven. Rodolfo viaja a Cuba varios años después que Cooke, que participa desde el principio y tiene un nivel de interacción con los niveles de conducción de la revolución cubana mucho más importante que Rodolfo. Rodolfo se encuentra solo una vez con el Che, en cambio Cooke tiene toda una relación. El Che piensa en la Argentina incluyendo a Cooke como una parte importante de todos sus planes. Además es muy distinta la relación con el peronismo y con Perón, aunque tal vez en el fondo, finalmente, la desconfianza que Rodolfo le tiene a Perón puede explicarse por lo que a Cooke le pasa con Perón.

–HG: Lo que no percibieron ninguno de los dos es que Perón tenía una formación intelectual completa y no estaba dispuesto a resignarla frente a ninguna otra veta intelectual argentina. Pero lo curioso es que estimara tanto a Walsh como a Cooke, quizás más a Cooke, algo lo llevó a tener esa correspondencia de un año y medio, que fue muy intensa aunque muy corta, y se dejó exigir por Cooke como no se dejó exigir por nadie, tenía que responder desa­fíos de Cooke que nadie le había presentado hasta el momento y después tampoco.

“La idea honorífica que comparte un poco con Walsh, Perón la ve con una picaresca muy grande, pero mantiene la idea de cierta cuestión de honor entre militares, de militares con civiles.”

Perón tenía una formación de citas, el tipo de formación militar, que no es la de un internado católico, como en el que estuvo Walsh, o la de un marxista tardío como es Cooke. Es también un internado… pero con órdenes, lectura de mariscales, de Carl Clausewitz. La idea honorífica que comparte un poco con Walsh, Perón la ve con una picaresca muy grande, pero mantiene la idea de cierta cuestión de honor entre militares, de militares con civiles.

Lecturas y formación política

–HV: Rodolfo no era un teórico. Leía Lenin porque le interesaban las formas organizativas. En la época de la CGT de los Argentinos él estaba leyendo los escritos de Lenin sobre la prensa y tenía todo anotado, decía:”la prensa es el partido”.

–HG: Los andamios del partido, eso dice Lenin. Clausewitz es una gran lectura, Perón lo lee también, pero más plano e indirectamente. Perón es muy plagiario, de hecho fue acusado de plagio varias veces en el colegio militar por todos sus libros, pero a Clausewitz lo lee de segunda mano. Perón puede ser mejor que Montoneros, pero Lenin mejor que Perón.

–HV: Porque Perón digiere, Montoneros no digiere. Montoneros –voy a decir una grosería– como lo come lo caga.

–HG: Tenés razón ¡es así! Perón digiere, lo que yo dije plagiario no lo dije para condenarlo. Perón comía todo, después no se preocupaba en dar la cita porque ya era de él.

–HV: Montoneros hace cita textuales, literales, tropieza con Clausewitz y trata de meterlo a presión en un contexto que no da. Perón al revés, parte de manejar bien el contexto y la realidad en la cual tiene que moverse. Entonces toma de aquí y de allí cosas que le van a servir para manejar eso. Montoneros es al revés toma una cantidad de elementos teóricos que los distancian de la realidad, que son obstáculos, y es parte del problema. Esas fueron las cosas que criticabamos en ese momento en nuestro grupo, con Rodolfo, Piri y Carlos Pollarini.

Yo pensaba que había una lectura apurada y mal digerida del marxismo que llevaba a Montoneros a aproximarse al ERP, lo que para mí era un error. Montoneros sufrió una transformación en cuatro o cinco años muy grande y lo que pasa que todas estas lecturas mal digeridas coinciden con el momento de mayor vulnerabilidad, de mayor debilidad. La idea de hacer un Congreso, de convertir a la organización en un partido de cuadros, y hacer un Congreso en la clandestinidad en septiembre del 76 era una locura, pues estábamos corriendo y escondiéndonos. Los militares reventaban casas y compañeros todos los días. A Rodolfo esas cosas lo desesperaban.

Viñas y Gardel

–HG: Vos tuviste una pequeña polémica con Viñas en relación a la muerte de Rodolfo, te la recuerdo porque me pareció muy interesante… Viñas sostenía que era un efecto de la carta, con lo cual se configuraba la idea de un militante suicida, que muere por un escrito, y vos sostenías que era un militante que estaba cumpliendo un oficio militante.

–HV: A mi me enojó mucho la obra de Viñas llamada Rodolfo Walsh y Gardel. Es un diálogo de un personaje que se llama Rodolfo Walsh que habla con un canario que se llama Gardel y está esperando que lo vengan a secuestrar. Manda la carta y se queda en la casa sabiendo que lo van a venir a buscar.

Si creas una ficción y pones Rodolfo Walsh tenés que atenerte a ciertas líneas básicas de la realidad, no podes tergiversar de esa manera y plantear que Rodolfo se quedó esperando que lo vengan a buscar. Porque involuntariamente Viñas termina coincidiendo con la visión de Beatriz Sarlo, que finalmente no entiende la carta de Rodolfo a Vicky, de la misma manera que Viñas no entiende la muerte de Rodolfo.•

Horacio González: Sociólogo, ensayista, investigador y docente universitario. Ex Director de la Biblioteca Nacional (2005-2015).

Horacio Verbitsky: Escritor y periodista. Director del CELS.