Itinerario de una apropiación
La propagación de un capitalismo de conquista en Argentina comienza a cerrar su modelo con la incorporación de las tierras habitadas por los pueblos originarios en la Patagonia durante el siglo XIX. Una serie de textos que forman parte de la bibliografía producida entonces por militares colonialistas, científicos, expedicionarios, viajeros y cronistas, comienzan a desplegar un lenguaje ideológico necesario para llevar adelante la épica y violenta empresa conocida como la manifestación de “una etapa superior de la Conquista Española de América”, que asegurará la existencia de “razas inferiores” en esos ricos territorios.
Es en este lenguaje de la guerra, puesto al servicio de la institucionalización de la República Conservadora, donde se sostiene el mecanismo que desencadenará la conocida Conquista del Desierto en 1879. David Viñas señala:
El discurso del roquismo en los alrededores de 1879 no sólo aparece como un epílogo correlativo al Facundo de 1845, sino que ambos textos pueden ser leídos como capítulos de ese gigantesco corpus que, si se abre con el Diario de Colón a fines del siglo XV, recorre trágica y contradictoriamente los siglos XVI, XVII, XVIII y primera mitad del siglo XIX […] Esa constante que si en su totalidad organiza una «literatura de frontera» encabalgada en la dialéctica de lo parecido y lo diferente, se va dramatizando entre lo que queda «de este lado» y lo que amenaza «desde el otro», entre «lo que se muestra por nosotros» y «lo que por ello se agazapa». Entre «lo que peligra aquí» y «lo que debe ser castigado allá». Sin demasiado matices, tajante contraposición, drama elemental. Pura guerra. Y que mediante una suerte de coro polifónico, comenta, provoca, sintoniza y explica una de las manchas temáticas más densas de la historia de América Latina y de la Argentina. Sobre todo cuando intenta, como sistema de justificación, la búsqueda de un orden causal” (Viñas, 2013: 46).
Es bajo el mando del general Roca y en sintonía con los ritos del capitalismo mundial cuando políticos y militares levantan sus armas galopando sobre el apetecible territorio para constituir un nuevo orden de oligarquías provinciales y economías regionales que impondrán desde entonces un estilo de apropiación de la vida, delineando fronteras y un nuevo eje de poder.
El imaginario del “enemigo interno” es incorporado en la estructura comunicacional de la época a fin de fortalecer los amplios beneficios de un grupo social a partir de un traza de ideas que operan en el sentido de una declarada conciencia de dominación.
Un genocidio precede a la conformación de todo el continente latinoamericano, a la diagramación de sus espacios y sus fronteras. Fue necesaria la construcción de identidades, desde ficciones y fábulas que organizaran otra subjetividad para dar paso al nuevo orden de poder. En esos momentos fundacionales, la literatura fecunda en la tierra, y la idea de tierra en el espacio “natural” —ligado a la propiedad— de un territorio inhóspito, que incluye a “indios salvajes” como un objeto más en el paisaje descriptivo. Europa penetra en América y se encuentra con el “enemigo interno” que debe conquistar, doblegar, aniquilar para controlar la riqueza subyacente.
¿Dónde busca “refugio” la tragedia americana? Un arte necesario y funcional a la brutalidad obsecuente de la alta cultura europeísta donde las clases dirigentes formaban sus cuadros dispuestos a dirimir la dualidad entre civilización y barbarie.
La construcción basada en la pulsión escópica,1 ese deseo de mirar y ser mirado, dos movimientos del mismo deseo que termina de modo ineluctable enfrentándonos con el enemigo del “ser argentino”. Volvamos sobre la vieja idea que dice que “América baja de los barcos” y esos hombres se encuentran expuestos a la brutalidad que se yergue sobre el territorio, que además consideran que les pertenece por haberlo conquistado.
Los relatos culturales serán a partir de entonces el eje que, yuxtapuesto al territorio, conforman su dominio; “el Poder” deberá encontrar a lo largo de casi dos siglos las metamorfosis adecuadas para conservar la potestad de ambos bienes.
En esa fisura del intersticio aparecen obras como “La vuelta del malón”, cuadro de Ángel Della Valle cuya primera exhibición fue realizada en la vidriera de un negocio de la calle Florida: la ferretería y pinturería de Nocetti y Repetto en 1892. Ésta, forma parte de algunas de las imágenes fundantes que encuadran nuestra herencia simbólica y forja el imaginario que posibilita la puesta en marcha de un proyecto económico que necesita silenciar las otras voces.
Si intentáramos trazar una tenue cartografía —algunos puntos en el mapa—, desde esa época hasta el presente, zanjar ese vínculo estrecho entre territorio —como poder— y relato cultural —como pulsión escópica—, nos enfrentaríamos con la constante de la imagen del “enemigo interno” articulado siempre como un eslabón en esos dos espacios.
¿Cómo quebrar esa manipulación que convierte a los más débiles, al cuerpo social arrasado como combustible del sistema, en sus propios verdugos? Contradictorios y confundidos terminamos finalmente entregándonos, porque nosotros somos “el enemigo interno”.
Pero hay cortes en diversos momentos de la historia donde aparecen e impulsan con fruición despertares colectivos, figuras y acontecimientos que emergen durante los siglos XX y XXI. La tensión permanente entre hombres libres y esclavos, señores feudales y siervos, patricios y plebe, capital y proletariado, militares y civiles, medios de comunicación y sociedad del espectáculo, finaliza con sus modos cuando comienza otra instancia, estimulada por el vertiginoso desarrollo de las nuevas tecnologías, puestas al servicio de los poderes concentrados. Una vez más esas herramientas están al alcance de la mano de la concentración del capital que con simpleza tiene acceso a los minuciosos relevamientos académicos de las metamorfosis producidas en los relatos culturales exitosos que retornan, para construir el eslabón del “enemigo interno”, a las bases desde esa pulsión escópica.
El documentalismo y las artes visuales —lo que entendemos por el nuevo mundo audiovisual— se atreve a estrechar el vínculo con la pintura, la música, el cine, la literatura —movimientos cooptados por el mercado— dejando al descubierto desde la pulsión escópica que el “enemigo interno” siempre termina aniquilado. Es verdad que la belleza necesita de la belleza para existir, de la frescura y el dolor inocente, pero los acontecimientos a lo largo de la historia nos hacen pensar que también ella resulta funcional al desarrollo cultural.
La Academia trabaja y aporta todas las herramientas necesarias, incluyendo creatividad y mano de obra, para la boca infausta y operativa de la Big Data.
El “archivo de época” podría constituirse tal vez como una herramienta en otro sentido. El simple registro de la multiplicidad de voces que reflexionan y testifican, lejos de la coacción ya instituida por las tecnologías imperantes de la inmediatez y fragmentación de los discursos, de la deforme manipulación de la edición. ¿Quién define hoy al enemigo interno, quién se constituye en él, quién lo ejecuta? ¿Cuál es la huella que ha ido complejizando la trama del relato cultural desde la Conquista del Desierto hasta el presente?
Preguntas con miles de respuestas posibles, todas válidas e hiperconectadas, caminos cismáticos que nos enfrentan a un espejo sin fin.
La idea de desierto
Son muchos los autores que han trabajado desde distintas disciplinas la construcción de la idea de “desierto” en el territorio argentino a partir de prácticas discursivas que permitieran asir el espacio, afianzar las fronteras y finalmente consolidar la creación del Estado. Dos ejemplos concluyentes: Esteban Echeverría con La Cautiva, en 1837 y el Facundo, de Sarmiento en 1845.2
El advenimiento de literatura y ley constituyeron el lazo correcto bajo la mirada europeísta para ceñir la fluidez y el movimiento a los pies de un proyecto de apropiación. Pero eso era una ficcionalización, pues no había “desierto”, existía una práctica trashumante de continuo desplazamiento y un rico comercio en crecimiento a manos de los pueblos originarios que eran conformados por una multiplicidad de tribus y una variedad inusitada de criollos: mulatos, negros, y europeos, propietarios de ganado que intercambiaban productos en toda la región. La Nación civilizatoria impondría la palabra escrita sobre la palabra hablada al igual que en toda Latinoamérica y avanzarían salvajemente con el ejército, el evangelio y la ley, aniquilando la vida para la usurpación del territorio.
La vuelta del malón
También la pintura hace su aporte a la subjetividad simbólica de un modelo de Estado contribuyendo a delinear la hegemonía económica de los poderes concentrados. El realismo argentino se sustenta en la condición testimonial de la pintura durante el siglo XIX, así la suma de las imágenes establece una auténtica documentación gráfica de nuestra historia. La vida cotidiana se refleja en las pinturas moldeando un relato de los sucesos de la época.
La pintura como objeto que contacta con “lo real” y nos transmite certezas dejándonos sin palabras.
Detenernos en el cuadro “La vuelta del malón” de Ángel Della Valle, implica dar cuenta que el artista formó parte de la reconocida Generación del 80 y que como hijo de la burguesía conservadora ilustrada, se formó en la técnica del óleo en Europa. “La Vuelta del Malón” (1892) fue su obra más exitosa y se encuentra expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Cuando el artista plástico Daniel Santoro la analiza actualmente nos cuenta: “el cuadro muestra a unos indios que galopan hacia la oscuridad de La Pampa; describe quince delitos cometidos en una sola imagen: el robo de ganado, sangrientos asesinatos certificados por las cabezas cortadas, secuestro de personas —en la figura de la cautiva—, el robo en banda y en poblado, como dirían los abogados. Un indio a caballo se lleva un maletín de cuero —al cual Santoro lo compara con el actual moto-chorro —. “La vuelta del malón” es la primer grave denuncia de inseguridad en el conurbano bonaerense. La cautiva se muestra casi en una epifanía idílica con el indio que la lleva sobre un caballo negro [Dionisio]; también vemos un caballo blanco que lleva todos los emblemas religiosos [un cáliz inclinado sobre el territorio]; y hay un indio levantando la cruz como si fuera un arma. La venda está cayendo del rostro de uno de los indios, y así solo un ojo queda destapado. Es el momento donde el indio se convierte en un guerrero cristiano. Justo en el centro del rectángulo armónico de la obra se está produciendo la conversión, en la sección áurea del cuadro.
Entonces, esa lectura laica que se atribuye a este cuadro en realidad es la exculpación del general Roca por la matanza realizada veinte años antes, durante la Conquista del Desierto. Roca pretende regresar como presidente de la República y necesita limpiar su imagen y mejorar su relación con la Iglesia. Finalmente Santoro desde su mirada paranoica y no académica afirma que “La vuelta del malón” es un cuadro que habla del Bautismo de la Nación Católica” (Santoro, 2015). El enemigo interno ha sido derrotado.
El malón como base
de la sociabilidad argentina
¿Nace ahí un hilo conductor que subyace en la sociabilidad argentina y exhorta la presencia del “enemigo interno? Durante uno de los viajes realizados al norte neuquino para el rodaje del documental Trashumancia,3 pude participar el 10 de octubre de 2014 en Colipilli, paraje distante 60 km de la ciudad de Chos Malal, en la provincia del Neuquén, en la ceremonia del “Último día de libertad del Pueblo Mapuche” llevada adelante ese año por el Lonko Olegario Aravena, de la Comunidad Maripil. En esa intensa jornada en la que también participaron otras comunidades mapuches entrevisté a una anciana llamada Carmen Mañke, que había sido Lonko de su comunidad durante 30 años. Ella dijo: “cuando vino el malón a guerrear a los mapuches, muchos se fueron, se tuvieron que ir, porque les robaban los animales, mataban a sus hijos, los mataban a ellos. Tuvieron que ir a otros países, muchos se fueron a Chile”. Fue impactante escuchar de su boca hablar del “malón blanco” en contraposición a la idea del “malón indio” de los libros de historia con los que nos formamos.
Esa mirada que azuza en profundidad e introduce David Viñas y que sintetiza maravillosamente Horacio González en el prólogo que escribe para Indios, ejército y fronteras:
Viñas describe esa fonética primordial del malón como base de la sociabilidad argentina; se ve el malón cristiano en el espejo del malón indio, ley interna de esa “guerra de vacas” que abarca un largo ciclo nacional. Diferencia y semejanzas: los dos malones consisten en expropiaciones de ganado, aunque el de los indios fuese necesario y el de los blancos ventajoso: los alaridos, los manotazos, el espacio abierto, los relinchos y la espontánea agresividad del cuerpo lo connotan.
Y agrega:
Hay que trasladarse al norte de Sonora, a los llanos de Apure o a la región del Maule para encontrar algo análogo. Sumándoles esos gigantescos arreos que caracterizan el escenario argentino ya sea bajo los mayores “caudillos” como Rosas o López o con los “caciques generales” a lo Calfucurá o Pincén. Podemos ver aquí la multiplicidad de ángulos con los que trabaja Viñas, poniendo en juego el gran fresco de la conquista burguesa y capitalista del desierto bajo la interrogación de su lente atisbadora de hechos microscópicos, de pequeños corpúsculos de apariencia insignificante o eventos de “fachada”, pero que se abren también al teatro mayor de la historia. Pero he aquí un hecho profundo de esa alteridad, Rosas y Calfulcurá envueltos en la lógica que reproduce los dos lados de esas similares estrategias, en el ámbito de un muy diverso compromiso político o cultural (Viñas, 2014: 9).
Bifurcamos el camino para forzar aún más el pensamiento e intentar desobstruir el velo del que se compone la estratagema por el relato cultural. ¿Es el malón la base de la sociabilidad argentina? ¿El enemigo interno responde a la base subyacente del malón?
Vínculos entre capitalismo e imperio
Occidente organiza durante el siglo XIX y principios del XX la expresión máxima nunca antes alcanzada del modelo imperial. Roma, Bizancio o España llegan a su momento de esplendor. ¿Cómo repercute en el pensamiento crítico cultural este período? Un libro de Edward Said4 recorre mediante sutiles y lúcidas observaciones algunas de estas obras que emergen en la época: El corazón de las tinieblas, de Conrad, Aida de Verdi, El extranjero de Camus, interpelando el vínculo entre cultura y política e interrogándose sobre la resonancia de este sistema autoritario de apropiación, más allá del movimiento de los ejércitos conquistadores sobre los diversos territorios. Una vez más, la pulsión escópica sobrevuela el imaginario de dominadores y dominados cimentando sobre formas y relatos la consolidada visión del derecho y la obligación que Occidente tiene a gobernar. Ahí el autor sostiene la idea de “metrópolis y periferia”, definiendo algunos rasgos imposibles de no incluir a la hora de comprender este complejo momento de la modernidad. Así nos advierte que la sosegada cotidianeidad de Mansfield Park,5 la magnífica mansión que describe Jane Austen en la novela que lleva su nombre, se mantiene con el trabajo esclavo de una isla del Caribe. De esta forma Edward Said afirma que sin la violencia conquistadora del imperio, la novela clásica europea que conocemos, no existiría.
Poner en contexto los modos como se han ido articulando las estructuras opresoras y la retroalimentación que las mismas han hecho de las expresiones artísticas y culturales, es un larguísimo camino atiborrado de ejemplos, de obras maravillosas que arrollan en su oscuridad y brillantez su funcionalidad. ¿Cómo circula ese diálogo? Desde la mirada paranoica y no académica —Santoro—, la relación se enrarece como representación del conocimiento conceptual y se propone por momentos como un medio que entrevé una programación de acciones y proyectos de los núcleos generadores. Se desempeñan como círculos concéntricos capaces de crear el relato de naturalización de la conquista por cualquier medio y al mismo tiempo germina transformándose en los primeros ejes de resistencia. De esta forma la disputa por el poder como concepto inclusivo de contenido de sentido queda representado en su interior, en las grandes producciones artísticas de cada época y se expande en otros círculos menos conceptuales derivados de los diferentes soportes del arte. En esos círculos periféricos que dialogan brutalmente y directamente con la sociedad podríamos pensar que se encuentra hoy el periodismo y los medios de comunicación de masas.
Con Charlie Marlow, el marinero que narra la travesía que realizó desde Londres a África por un río tropical, en busca de un tal Kurtz, el jefe de una explotación de marfil, Joseph Conrad, en su novela El corazón de las tinieblas, relata la situación extrema en que viven los colonos europeos, su brutalidad hacia los nativos africanos y finalmente muestra a Kurtz, exitoso en su empresa, pero un hombre que ha roto con todos los límites de la vida social tal y como se conoce en Europa, lo que le repele y atrae al mismo tiempo.
Otro significante de la trama constituida desde la literatura donde Imperio y Capitalismo se aventuran a una ferocidad para unos pocos privilegiados de poseer la templanza y la intrepidez capaces de conducir la aventura sin ser devastado por el enemigo interno.
El cine argentino
El primer largometraje argentino (cine mudo) en 35 mm que se filma en el interior del país fue en 1917, en San Javier, provincia de Santa Fe titulado El último malón, de Alcides Greca.6 El registro antropológico que Greca realiza al recrear la sublevación indígena mocoví ocurrida en 1904 en el poblado de San Javier utilizando algunos escenarios reales donde ocurrió la revuelta y con la presencia de algunos de los protagonista de aquella rebelión, se constituye como el primer documental que escenifica precozmente la frontera entre indígenas y criollos. La película narra el levantamiento de Salvador Jesús, quién reclama la devolución de las tierras de sus ancestros.
En una entrevista periodística, Alcides Greca declara a la prensa:
Hace algunos años hice filmar una película cinematográfica en la que reconstruía los episodios del malón que los mocovíes dieron a San Javier en los años 1904. Para ello utilicé a los mismos indios que habían intervenido en el asalto y mezclé la parte histórica con la trama novelesca. Actuaron en el film indios y blancos, pero puedo asegurar sin ambages que ninguno de estos últimos me resultó tan buenos artistas como los mocovíes. ¡Con qué naturalidad y facilidad interpretaban el papel que les había encomendado! (Diario Crítica, 25/07/1924, 4).
Es importante destacar que la figura de Greca reúne la ley —es abogado—, la literatura —escribe casi una veintena de libros entre obras narrativas y de las ciencias sociales—, la política —es diputado y encarcelado en la isla Martín García, luego del golpe de Uriburu—; y se atreve a dar los primeros pasos en el cine como una primera forma de herramienta política que busca enraizar los relatos de la historia en piezas de impacto que atraviesan el inconsciente colectivo.
Si bien en la primera parte de la película Greca intenta generar cierta empatía en el espectador con los mocovíes al mostrarlos vestidos de peones igualándolos con el resto de los habitantes del poblado; al contar su historia ¿quiénes son los mocovíes? lo hace bajo el relato de un ritual que los exhibe en una ceremonia con pieles, vinchas y plumas, en un estereotipo que ha sido transformado, educado y doblegado por la civilización. El enemigo interno es una vez más exitosamente doblegado.
Evita y el peronismo
Entre otros, podríamos elegir el film Actualización política y doctrinaria —Cine Liberación—, que fue realizado en Madrid en 1971 por los directores Fernando Solanas y Octavio Getino, y ante el cual podemos concluir que el relato interviene e instituye realidades, interpela con sus modos la política y la acción política, se yergue en disparador inusitado, del que se apropian las bases, para desdoblarse por infinitos caminos posibles en aquella coyuntura. El relato golpea “los análisis”, pero también los corazones, fuerza al mundo intelectual en sus múltiples representaciones y nunca está ausente a la hora de pensar la tensión sempiterna por la conquista del poder.
“El enemigo interno” vuelve a surgir en la figura del “cabecita negra”, el inmigrante, el pobre, el indio, los mestizos; pero también en ese peligroso canturreo que ha tomado las calles, que se ha apropiado de las plazas y los espacios públicos en las metrópolis argentinas para intimidar la tranquilidad de la clase media trabajadora y formada. Son esos, los “negros de mierda” que quieren formar parte de nuestra mesa, compartir la comida y las buenas costumbres y, los estudiantes y obreros que levantan sus banderas.
Se rompe una vez más, con el advenimiento del peronismo, el equilibrio, y surgen otras convenciones en las clases dominantes que son incentivos para el despliegue del odio y el rencor que se derrama nuevamente por el lenguaje, las imágenes, los signos, las miradas, los medios de comunicación, y encuentra en el mundo del arte, en la cultura ilustrada y la intelectualidad, su más servil alfil.
La pulsión escópica retorna en esa infinita sucesión de espejos, más fálica que nunca, para traspasar su propia metamorfosis y dar cuerpo a todas las escenas que logren establecer, asir, definir, controlar el poder simbólico de ese “enemigo interno” que crece una vez más integrando sectores juveniles, obreros y universitarios. ¿Cuántas novelas, ensayos, documentos, pinturas, esculturas, historietas, medios de comunicación, películas, programas de televisión, debates públicos, juicios, han intentado detenerlo?
Todo un engranaje se afina para dar paso al Plan Cóndor y acabar con el “enemigo interno”.
¿Cuánto miedo, horror, maldad, ferocidad, ceguera, voracidad vuelven a jugar una y otra vez reproduciéndose en efecto dominó desde círculos pequeños, expandiéndose, fronteras adentro, fronteras afuera, con su capitalismo mutante devenido entonces en el intangible financiero?
En esta escueta y anárquica cartografía, elijo detenerme en la obra de teatro de Vicente Zito Lema titulada Eva Perón Resucitada, en tiempos del rencor. La obra fue estrenada en el Museo IMPA, en la emblemática fábrica recuperada por los trabajadores. Presentación inscripta inevitablemente en el marco de una atmosfera inusitada de la escena político/cultural argentina; donde las corporaciones controlan el Estado. Por primera vez es el pueblo y el sistema democrático el que le abre las puertas de la Casa de Gobierno al Poder Real, arrodillándose frente al imperio del siglo XXI.
¿Dónde encontrar el camino seguro de regreso a casa? ¿Quién es nuestro par, nuestro hermano, quién nuestro enemigo? ¿Cómo distinguirlo, en quién confiar y creer en este juego de altísima competición, solo para idóneos, para expertos entrenados y bien alimentados, que requieren las nuevas tecnologías? El capitalismo ha sabido entregarnos el mejor de sus placebos: lo que entendemos como la libertad de la gratuidad, “eso” que está al alcance de todos. Una tecnología que permite igualarnos, comunicarnos, convertirnos en nuestros propios agentes de prensa, en bonitos y famosos monigotes intentando emular desde nuestro falso ser colonizado al colonizador. Nos han asido.
Incalculables piezas de comunicación han hablado de Eva Perón, de la abanderada de los humildes; pero en un salto que no llega al vacío, que por el contrario arrebata la figura de Evita de la luctuosa oscuridad a la que fue sometida desde las infinitas repeticiones y fetiches, que derrite la estatua, concede vida a la esfinge, desvanece el ícono con estertores que agrietan una vez más a la derrota cristalizada en su cuerpo aún embalsamado. Zito Lema nos exhorta, sin discursos, a dialogar con la emblemática figura de Eva, ahora convertida en emoción memoriosa de miles de pequeñas batallas ganadas.
Eva Perón: la gran “enemiga interna”, la puta, la peste, la analfabeta, la bruta, la imagen que logra condensar a todos los “enemigos internos” de los poderes reales en la historia de nuestro país tan solo en un nombre propio.
Zito Lema abraza la belleza y se la roba a la muerte para que el cuerpo de Evita se convierta en nuevo sustrato de los sueños indispensables en la lucha por la conquista, en la saga continua por la emancipación y la igualdad. La figura de Eva Perón, objeto de una disputa simbólica desde su primer día en la política argentina, regresa suavemente, tímidamente, a un espacio alejado de las grandes contiendas y titulares, de los grandes reconocimientos y medios. Desde una colectora que se pierde por la calle Querandíes, en la zona de Almagro nos interpela la sutileza de una Eva Resucitada, desde un espacio donde se amasa la cultura, se forja el pensamiento y la política hecha raíz para que florezcan brotes nuevos. Ahora, Zito Lema intenta una vez más desnudar la artimaña capitalista; devela monigote al coaching, al marketing y ahoga a los focus group produciendo un punto de inflexión que desafía la cultura de mercado presente y al aparato de los medios hegemónicos de comunicación. Volver a las fuentes, a las patas en la fuente, para transformar la subjetividad desde un diminuto grano de arena arrojado a los océanos de la región y el territorio. Se atreve, desafía a la mediocridad imperante, pretende crecer, expandirse, flotar sobre la subjetividad para finalmente volver a ser Rosa.
… y podrán los cuerpos y sus nombres
ser apenas un destello o un humo
y podrán las ilusiones estrellarse contra el piso
y en la boca secarse las palabras
y convertirse en veneno la soledad
pero tú vida seguirás con loca dulzura
llamando a nuestra puerta
seguirás obstinada y obstinada en esta plaza
o en aquel jardín
quitando las piedras y malezas
para la nueva y siempre
la erguida/breve/humilde y alta
la tan fragante
tenue muy tenue
eterna rosa
(Zito Lema, 2012:8).
¿Todo ha llegado a su fin? ¿Puede nuevamente el arte bosquejar una travesía vincular que detenga la locura?
Estamos parados a 40 años del Plan Cóndor y la pregunta por la vida regresa para confrontarnos. Es la lucha por la tierra, por los recursos para todos, por la emancipación colonialista, por la inclusión, por la batalla contra el capitalismo siempre salvaje, es la lucha por la existencia. Todos somos “enemigos internos” del capitalismo financiero del siglo XXI, el sistema se prepara, más afilado que nunca. Estamos siendo hackeados. “Más de 850 millones de hambrientos en el mundo. […] Aproximadamente 1300 millones de personas viven en condición de pobreza. Existen cerca de 230 millones de desempleados en el mundo, 40 millones más de desempleados que hace 30 años” (Morales, Manifiesto Pachakuti, Isla del Sol, 21/12/2012).
¿Somos capaces de intentar algún gesto en el campo intelectual, artístico, cultural? ¿Estamos atravesados definitivamente por los conceptos dominantes? ¿Podremos desafiar la complejidad comunicacional de nuestra época? ¿Seremos globales o seremos Patria? Finalmente, Michel Serres lo sintetiza: “¿Qué es la vida? No lo sé. ¿Dónde mora? al crear el lugar, los seres vivos, responden esta pregunta” (Serres, 1995: 39) •
Bibliografía
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García, Germán L. (2000): “Cuerpo, mirada y muerte”. En: P. Croci – A. Vitale (compiladoras) Los cuerpos dóciles. Hacia un tratado sobre la moda, ABRN Producciones Gráficas, Buenos Aires.
Mignolo, Walter (2011): El vuelco de la razón: diferencia colonial y pensamiento fronterizo, 1ª edición, Del Signo, Buenos Aires.
Montaldo, Graciela (1999): Ficciones culturales y fábulas de identidad en América Latina, Beatriz Viterbo, Rosario.
Morales, Evo (2012): Manifiesto de la Isla del sol. Diez mandatos para enfrentar al capitalismo y construir el Vivir bien, Estado Plurinacional de Bolivia, La Paz.
Navarro, Marysa (2002): Evita. Mitos y Representaciones, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
Said, Edward W., 2006 (1993), Cultura e imperialismo, Anagrama, Madrid.
——— 2004 (1978): Orientalismo, Debolsillo, Barcelona.
Santoro, Daniel (2015): Conferencia: Arte, historia e imaginarios, SUR GLOBAL.
Serres, Michel, 1995 (1994): Atlas, Cátedra, Madrid.
Viñas, David, 2013 (1982): Indios, ejército y fronteras, Santiago Arcos – Galerna, Buenos Aires.
Zito Lema, Vicente (2012): Memorias en palabras, Plan Nacional de Lectura, Buenos Aires.
Audiovisual
Actualización política y doctrinaria, Dir.: Fernando Solanas y Octavio Getino, 1971
El último malón, Dir.: Alcides Greca, 1917
Trashumancia, Dir.: María Bagnat, 2014
* María Bagnat, Cineasta, artista visual y fotógrafa.