¡No es trabajo, es Vida! Procesos culturales innovadores y economía narrativa en Brasil

La Cultura está en el centro del debate en torno de otro modelo de desenvolvimiento y radicalización de la democracia, como un campo expandido que es puerta de entrada a los derechos sociales. Hoy, se trata de entender la cultura como estructurante de cambios decisivos ya en curso.

Traer a escena una disputa de ideas, proyectos y cuestiones que sobrepasan en mucho la hiperfragmentación de los sectores culturales y la disputa identitaria por más representación, y colocar a la cultura en el centro del debate en torno de otro modelo de desarrollo y radicalización de la democracia como un campo expandido que es puerta de entrada a los derechos sociales, son algunas de las cuestiones y desafíos para las políticas culturales del nuevo Ministerio de Cultura en Brasil,

Además de las disputas y presiones corporativas y sectoriales, que producen una hiperfragmentación del campo, y una lucha por representación dentro del Estado de una cantidad de segmentos, se trata de entender la cultura como estructurante de cambios decisivos ya en curso.

Pensar la cultura, no como un “sector” simplemente dividido en corporaciones y categorías de la industria cultural o de base comunitaria, sino como un campo con una base social en expansión: productores simbólicos que disputan narrativas y que también son la nueva clase trabajadora del capitalismo de la información: un precariado cognitivo como base de un emergente movimiento social de las culturas.

La cultura ya no es más un “sector”, sino un proceso transversal y decisivo. El capitalismo es cultural y las formas de resistencia e invención son procesos y lenguajes, cosmovisiones, que apuntan hacia otra “cultura política”.

La cuestión de la cultura es decisiva porque en el “semiocapitalismo”, o capitalismo cognitivo, que tiene como valor la información, la comunicación, los afectos, y los modos de producción cultural (la precariedad, la informalidad, la autonomía), son las propias formas de trabajo contemporáneo, las formas generales del trabajo.

De lo que se trata es de una visión más abarcativa de cultura. Lo que significa dialogar con toda la sociedad. En un mundo con sus puestos de trabajo y empleo en crisis, en crisis narrativa, la cultura inventa nuevas formas de acción, imaginación y sustentabilidad. La cultura no emerge como “lujo” ni “excepción”, sino como modelo de mutación del trabajo precario, en potencia y vida. En ese sentido, la cultura hoy es un proceso transversal que impacta en las formas de producción de valor en todos los campos.

En Brasil, el Ministerio de Cultura de Gilberto Gil y Juca Ferrerira se tornaron una referencia en políticas públicas culturales, dentro del gobierno de Luís Inácio Lula da Silva, precisamente por apuntar hacia ese sesgo antropológico, una inflexión nueva que conectaba la cultura a la conquista de nuevos derechos y a una pauta más allá de los lenguajes.

Una imaginación política, y una osadía, que resultó, diez años después, en 2014, con tres grandes victorias sociales: la aprobación de la Ley de Cultura Viva, que transformó los programas de Puntos de Cultura en una política de Estado, la aprobación del Marco Civil para Internet, referencia en el mundo de una de las mayores innovaciones en el campo de la cultura digital; y la aprobación de la ley que regula la participación y co-gestión de la sociedad civil en acciones gubernamentales, el “Marco Regulatório das Organizações da Sociedade Civil”.

Después de dos gestiones conservadoras en el Ministerio de Cultura, la llegada de Juca Ferreira al Ministerio en 2015 apunta a retomar esa imaginación política. Entendiendo que podemos, partiendo de la cultura, repensar cuestiones decisivas del campo social, articulando el campo de las artes y los lenguajes con el campo socio-cultural. Estamos hablando de políticas de valorización, apoyo, sustentabilidad y ampliación de los Puntos de Cultura, reconocimiento de la cosmovisión indígena, acciones destinadas a los movimientos urbanos, nuevas redes de producción cultural, audiovisual, de redes sociales, de los pueblos tradicionales, remixando la cultura digital con la tradición oral, los lenguajes urbanos y las artes.

Ni patrimonio cultural (típico, turístico y exótico) ni industria cultural, simplemente. Una comprensión más amplia del concepto de cultura conlleva la posibilidad de reconectar el Ministerio de Cultura con la educación, la comunicación, los derechos humanos, los movimientos urbanos, con los nuevos procesos de las redes y la calle, donde las ciudades son los nuevos laboratorios de políticas públicas.

Hablamos de movimientos que surgen después de la redistribución del ingreso, que no demandan simplemente recursos, sino políticas que sustenten y activen narrativas, “comunes” y de bienes simbólicos, pues entendemos que la redistribución del ingreso no acaba con las desigualdades. El desafío es sustentar y crear políticas para esas redes socio-culturales que se reinventan después de una mínima conquista de derechos.

Estamos viviendo una reestructuración productiva, y en la cultura eso es claro. La cultura es hoy el lugar del trabajo informal (no asalariado), con la primacía del trabajo inmaterial, grupos, redes, movimientos que trabajan con información, comunicación, arte, conocimiento y que no están en las grandes corporaciones. Contexto que exige nuevas agendas estratégicas, sin las fuerzas inmediatas del mercado, ni las decisiones demasiado centralizadas en el Estado. Una radicalización de la democracia estimulando la productividad social.

Esta experiencia de la cultura, a partir de los movimientos socio-culturales, surge como posibilidad para una renovación radical de las políticas públicas. No se trata solo de un cambio de la política hacia la cultura, sino de un cambio de la propia cultura política. Son muchas las iniciativas con potencial para echar a andar, y Brasil surge como laboratorio de estos proyectos culturales.

Podemos destacar, entre otros ejemplos, la economía y cultura del do funk y del hip hop, movimientos que producen nuevas identidades y sentimientos de pertenencia, comunidades, grupos y redes que crean mundos y actividades productivas: DJs, dueños de equipos de sonido, dueños de transportes, organizadores de bailes, seguridad, raperos, funkeiros, productores de contenidos y redes, puntos de cultura rurales (guitarristas, jongueiros,1 artesanos), productores y agentes culturales y de otros diferentes lenguajes, urbanos y comunitarios, de las artes pero también las comunidades afroamericanas, grupos indígenas, de matriz africana, de tradiciones orales, etc.

La cultura de los comunes

Podemos afirmar una preeminencia de la cultura en la constitución de la economía cognitiva y en la economía narrativa del capitalismo contemporáneo, donde emerge otra economía desmonetizada, capilarizada y de “larga cola”.

Economía de cultura emergente que tiene que ser pensada de forma mucho más amplia, reconociendo los procesos productivos culturales en todos los niveles. Es decir, desde un tradicionalista del candomblé a un desarrollador de videojuegos, ubicando a estos actores para co-gestionar políticas y demandas.

La economía de la cultura, no como un “nicho” (economía creativa), sino más bien un campo que dialoga con el resto de las políticas. Es un sector estructurante y transversal. Estas redes culturales locales se constituyen en contraste a políticas públicas organizadas desde el centro, super jerarquizadas, centralizadas, y que no resolvieron o redujeron a un nivel deseable las desigualdades sociales.

Tenemos hoy una oportunidad histórica de experimentar procesos de innovación ciudadana que son embrionarios de potenciales políticas públicas: redes socio-culturales que funcionan de forma horizontal, descentrada, rizomática, organizando su propia producción.

Los movimientos socio-culturales trabajan con una idea de educación no formal, como puerta de entrada para la educación formal o para el trabajo vivo. La explosión de escuelas libres y metodologías de formación en Brasil es sintomática de estos procesos autonomistas, pero precisan que el Estado produzca comunes, bienes comunes y derechos para sostener esa producción. Precisan políticas que sean intermediarias entre la cultura y la educación, apuntando a un reconocimiento del Estado de esa cultura formadora y educadora.

Estamos viendo emerger acciones y procesos que extrapolan la idea fordista de la “educación” por el de “industria cultural”, proceso que no es formal; es precario, informal, veloz, se da en redes colaborativas que operan produciendo transferencia de capital simbólico y real, fortaleciendo los movimientos socio-culturales, sin los tradicionales mediadores culturales, pero que dependen de políticas públicas nuevas y ampliadas.

Estos movimientos sociales administran la cultura que producen, y al mismo tiempo pueden ser socios significativos del Estado, o de quienes tienen los medios de producción, difusión, etc. Los movimientos socio-culturales pueden actuar en todos los eslabones: como productores de cultura, administradores y beneficiarios del resultado de su producción, formadores, co-gestores del Estado.

Si los actores culturales y sociales disponen de recursos intelectuales y materiales para asumir este protagonismo, ¿cuál sería el papel de las políticas públicas? Apoyar, estimular y promover, formar liderazgos, agentes de cultura, gestores, administradores de cultura, de eventos culturales, generar las condiciones mínimas para ese desarrollo.

Ese fue el gran giro del concepto antropológico de cultura que emergió en la gestión de Gilberto Gil/Juca Ferrerira y que en 2015, con nuestro paso por la Secretaría de Ciudadanía y Diversidad Cultural, ganó una segunda capa y un desafío: construir una cultura de redes más allá de la hiperfragmentación identitaria.

Sabemos hoy que financiar la cultura es financiar procesos y vidas. Vimos la emergencia de los movimientos sociales y culturales en la disputa de un proyecto de gobierno y, con una multitud que, incluso insatisfecha, fue a las calles al final de las elecciones de 2014, ese campo socio-cultural que hizo diferencia en la disputa narrativa para la elección de la presidenta Dilma Roussef, incluso con todas las críticas a su gobierno.

Vimos ese mismo campo “expulsado” de la calle después de 2014 para dar lugar a otros grupos sociales en la manifestación conservadora del 15 de marzo de 2015, y otras que vinieron, en una disputa de las calles de la derecha, con sus valores retrógrados y visiones de mundo binarias y polarizadas.

Es en torno de la cultura que se puede formar una red crítica que coloque a los gobiernos en urgente diálogo con la pauta traída por jóvenes de las periferias, del hip hop, del funk, con los proyectos sociales y culturales de las favelas y del campo de las artes; que vuelva a la escena el debate en torno a los Puntos de Cultura, del acceso a internet gratuito, de la cultura digital, de la criminalización de las culturas de las periferias y de los jóvenes negros, y también una demanda de cambio de la cultura política, encorsetada y poco participativa.

Precariado y cognitariado

En lugar de las tradicionales reivindicaciones “sectoriales” y de “mostrador” (fragmentadas y corporativas) lo que está en juego es entender el carácter estructurante de la cultura en la economía real y simbólica. ¡Nada menos que un giro de imaginario! En ese sentido no podemos esperar que la configuración conservadora crezca, existe un sentimiento de urgencia en todos los movimientos de juventud y urbanos, en las periferias, en el campo. La juventud está inquieta y dispuesta, demanda participación y co-gestión, incidencia en las políticas públicas.

Se trata de un cambio de “cultura política”, con base en el cual tenemos que preguntarnos, ¿quiénes son esos nuevos trabajadores urbanos que no están en las instituciones o partidos? En parte es el precariado urbano que integran jóvenes de las periferias, en trabajos informales y de todo tipo, pero también, y muy fuertemente, los productores de cultura de los bordes, del interior, de los jóvenes estudiantes salidos de universidades, activistas, midialivristas,2 etc. Hablamos de productores y trabajadores (los autónomos y sin seguridad) que son la nueva fuerza del capitalismo y que están en el frente, en la resistencia, inventando sus actividades y vidas.

Estamos hablando de un movimiento social de las culturas que no demanda puestos de trabajo en una relación patrón/empleado, como en la fábrica fordista y en la reivindicación de una juventud más conservadora. Necesitan, para constituirse como movimiento y campo, de acceso a derechos y beneficios sociales. Necesitan acceder a los “comunes”, bienes comunes: internet, acceso a repositorios, vivienda, domicilio social, acceso al sistema de salud y seguridad.

Cultura de redes

Aquí destacamos la política nacional Cultura Viva del MinC como un laboratorio de este nuevo ciclo de políticas culturales. Se trata del programa que gestiona los Puntos de Cultura, un proyecto que expresa acciones culturales capilarizadas con diferentes lenguajes y actores, y con potencial de escala, con cerca de cuatro mil Puntos de Cultura presentes en todos los Estados brasileños y en mil municipios.

Son un reconocimiento del Estado brasileño a la potencia cultural que traen, por fuera y por dentro del Estado, nuevos y tradicionales sujetos de discursos: comunidades afroamericanas, movimientos sin tierra y sin techo, con acciones culturales en asentamientos rurales y ocupaciones urbanas, la cosmovisión y estéticas de los pueblos indígenas y la población afrodescendiente, el movimiento estudiantil, la percepción de las vidas-lenguajes que nacen de los territorios (funk, hip hop, jongo, tecnobrega,3 etc.).

Se trata de una política pública rizomática, que crea programas específicos para cada uno de esos movimientos a partir de sus particularidades, pero que puede, en esta nueva etapa, inducir, apoyar y fomentar la constitución de una cultura de redes, un paso innovador y osado para la articulación y movilización de un nuevo tipo de movimiento cultural. Entendemos la cultura de red como un proceso de construcción conjunta de redes de cultura (de comunidades afroamericanas, de medios libres, de funk, de productores y agentes culturales, etc.). Arreglos y articulación de redes como una nueva capa de construcción del campo expandido de la cultura, capaz de rivalizar con la industria cultural y propiciar disputas narrativas.

El desafío es elaborar un nuevo diseño más allá de esa “fragmentación” de los Puntos, la cultura de redes como eje estructurante de una nueva política cultural que induzca a una nueva base social, que parta de la cultura.

En el decenio anterior, por ejemplo, esa articulación era delegada a los Pontones de Cultura, pero hoy podemos pensar en políticas y acciones de fomento de redes más diversas, con acciones transversales (de infraestructura, aplicaciones, cambio de metodologías de formación, etc.) que estructuren y potencien esa red inmensa y diversa de agentes culturales y productores de lenguajes y narraciones dispersas por todo el territorio brasileño, y también por América Latina.

Ahora tenemos un instrumento específico para esa política pública capilarizada y en escala: la Ley de Cultura Viva aprobada en 2014 y regulada en 2015. Una ley que enfrenta el aparato hiperburocratizado del Estado con la fluidez del campo cultural, con varias propuestas de implementación de simplificaciones en las rendiciones de cuentas de los recursos, y con soluciones para trabas jurídicas que impedían a la red cultural sustentarse.

A su vez, la implementación de la ley se torna un factor de articulación y movilización de los productores culturales al proponer y legalizar una acción radical: la Autodeclaración de los Puntos de Cultura, que pasan a ser reconocidos por el Ministerio de Cultura independientemente de tener o no una relación contractual con el Estado, o de recibir recursos.

La Autodeclaración es una acción que mapeará la red de Puntos de Cultura de Brasil, donde además de los ya reconocidos, se puede llegar a 15 mil, 30 mil, 100 mil Puntos. Una fuerza cultural y simbólica, en la que vemos emerger un movimiento social de las culturas, y partiendo de la cultura para acceder a otras políticas públicas, creando interfaces con políticas de vivienda, comunicación, juventud, derechos humanos, etc. Campos de interacción para este próximo ciclo expandido de la cultura, que disputa mundos desde sus propias formas y preguntas.

Economía cognitiva y narrativa

Entendemos que hoy el campo de la cultura da una disputa social y de narrativas. De ahí la necesidad de una política de comunicación y medios para el campo cultural. Que articule a los productores culturales a una red de comunicación innovadora y fluida, independiente y regionalizada en todo el país: circuitos, sitios web, blogs, web TVs, radios online, radios, TV comunitarias, TV públicas, pequeños periódicos, revistas, perfiles en las redes sociales, etc.

Esta es una demanda histórica de democratización del campo de la comunicación y de los medios, pensada en un contexto posmedios de comunicación de masas. Brasil ha visto explotar, desde las manifestaciones de junio de 2013, las nuevas redes y nuevos medios; plataformas de producción colaborativas como Mídia Ninja y otros tantos colectivos que dan disputas narrativas.

Se trata de procesos de punta, que no van a esperar la reglamentación sobre los medios de comunicación, y que aglutinan y movilizan un campo enorme y decisivo de alianza entre cultura y medios; medios, diversidad e inclusión subjetiva.

La comunicación posmedios de comunicación de masas

El campo de la comunicación y de la producción de contenidos es estructurante del capitalismo del conocimiento. Se trata de transformaciones más amplias en el propio campo de la economía, el llamado capitalismo cognitivo o postindustrial, que co-evoluciona con los procesos de comunicación de masas.

El modelo industrial fordista, fabril, mecanicista (de la producción en serie, la repetición, homogeneización) que producía una cultura, un pensamiento y una estética, le va dando lugar a una problematización del vivo y las redes, paradigma biotecnológico (con sus procesos virales, por contaminación), que incide en los procesos de producción de conocimiento, entre ellos en el periodismo.

No es que el modelo de producción fordista deje de existir —el concepto de periodismo postindustrial propuesto por Tow Center de la Universidad de Columbia va en esa dirección—, sino que pierde la centralidad con la diseminación de las redes sociales, plataformas, los dispositivos de publicación y difusión de contenidos. Hasta la memética, la teoría inspirada en los memes replicantes propuesta por Richard Dawkins, viene de la biología, indicando una confluencia de campos y nuevos paradigmas en el pensamiento de los medios y de la comunicación.

Esta producción instantánea, realizada por una multitud heterogénea, desplaza a los intermediarios clásicos: la corporación periodística, el periodista profesional, las agencias de noticias, pone en jaque la “reserva de mercado” que existía para los formadores de opinión corporativos y apunta a otros modelos y campos, expandidos en que no se puede pensar el “hombre” desconectado de sus prótesis y dispositivos (como enfatiza Bruno Latour en su teoría Actor-Red).

La discusión que interesa es cómo las redes sociales, con su miríada de singularidades y procesos de subjetivación, rompen con la lógica de reproducción a través de informaciones y comunicaciones que neutralizan y domestican los acontecimientos, reduciendo la imprevisibilidad, confirmando lo ya sabido.

Esa proliferación y diseminación de posmedios de comunicación de masas ya está aconteciendo y creando una nueva ecología midialivrista, con una cantidad muy grande de colectivos, redes, grupos y también de “perfiles”. Personas que individualmente comienzan a verse y asumirse como productores relevantes de contenidos. La percepción de que los medios somos nosotros, ese conjunto de singularidades que podemos acceder, con quienes podemos interactuar e intercambiar, es realmente una mutación antropológica. Y más que eso, es que el periodismo se convirtió en un modelo de intercambios en las redes.

El modelo de comunicación de los posmedios de comunicación de masas es la conversación, y/o la memética, las ideas replicantes, memes que buscan reproducirse y para las que somos uno de los formuladores y vectores entre otros (objetos, redes, dispositivos).

La memética no se interesa por cualquier tipo de “darwinismo cultural” (los memes como genes egoístas que se quieren multiplicar a cualquier costo y sobrevivir) sino por explicitar el potencial multiplicador y viralizador de ideas —o de parte de ideas—, imágenes, sonidos, deseos, valores estéticos y morales, lenguas, que pueden ser transmitidas, duplicadas, remixadas de forma autónoma.

Esto no significa que los memes son unidades cerradas en sí, pero sí que van a cambiar de sentido al ser recombinadas y producir memes derivados, en un proceso de variación sin control. La memética, y la vida y muerte de los memes en las redes sociales, son una buena expresión de la potencia y el erotismo de la comunicación.

La conversación infinita

Las teorías de la información y comunicación clásicas no se dan cuenta que la conversación es la base de una nueva erótica del contacto, de la contaminación, de la experiencia de insurgencias en el flujo. Tenemos que comprender esta otra lógica de sentido, esa cooperación entre muchos, entre singularidades azarosas que establecen una “conversación infinita”, como apunta Blanchot, otra comunicación, cuando se escapa del poder.

No se trata de “informar” en el sentido periodístico, sino efectivamente experimentar una práctica dialoguista, en la que una conversación entre muchos crea pensamiento.

Es una experiencia que altera ontológicamente al periodismo, pensado como práctica de poder y que se esconde sobre el manto de informar, “reportear”, reproducir. Estamos viviendo un desplazamiento de las funciones expresivas y creativas de la comunicación, en esa conversación de a muchos con muchos. No es que esas funciones clásicas desaparecen. Pero ¿de qué nos sirve estar “informados“ si no tenemos autonomía y medios para crear conocimientos derivados, para hacer que la información potencie la transformación de deseos y creencias?

Los medios de masas no son una práctica pseudo-científica “neutral” e “imparcial”, funcionan con palabras comando y de órdenes, como indican Daleuze y Guattari.

El periodismo y la publicidad masivos trabajan con los comandos: “ordenan, interrogan, prometen, afirman; no informan (…) la información es apenas lo mínimo y estrictamente necesario para la emisión, transmisión y observación de las órdenes consideradas como comandos”, dicen de forma certera, esas informaciones traen supuestos implícitos, no discursivos, obligaciones sociales.

Hoy la cuestión es, más que informar, justamente entender que “palabras de orden” y mundos están dentro de informaciones y en las controversias. Mapear esas controversias, como propone Bruno Latour, para explicitar esas palabras de orden que las habitan. Para crear otras posibilidades y otras sensibilidades

Lo que se entiende de la comunicación “masiva” es todo lo que se roba a la potencia para crear otros mundos y pensamientos. La distinción se puede también hacer en estos términos: existe un periodismo masivo que funciona buscando unificación, centralización, homogeneización, disminución de polifonías, que no considera la ruidocracia y heterogeneidad de las palabras. Buscar esa unidad en la variedad tiene su precio, y es diferente de buscar la multiplicidad y las diferencias en sí mismas. Son supuestos realmente distintos.

El límite de los conceptos

El prefijo “pos” en posmedios de comunicación de masas es una comodidad, indica que estamos problematizando un campo, la modernidad como régimen discursivo en el caso del propio periodismo. Lo que me interesa del “pos” es apuntar a la emergencia de ese campo abierto y desconfigurado de experiencias muy heterogéneas y dispares de midialivrismo y midiactivismo que emergieron con las redes sociales, como también esa conversación e interconexión incesante. Es un momento en que los conceptos clásicos del periodismo no dan cuenta de las experiencias que se están haciendo.

Incluso el concepto de “multitud” de Antonio Negri, que utilizamos en la expresión media-multitud o multitud de medios de comunicación, no agota las posibilidades y matrices conceptuales que podemos invocar para pensar el midialivrismo, el midiactivismo, ni la reconfiguración del campo de la comunicación posmedios de comunicación de masas. Pero podemos usar el concepto de multitud para entender cómo puede haber sinergia y cooperación entre singularidades, entre diferentes, y distinguir multitud cooperante de una masa amorfa e “irracional” o del concepto de “pueblo” (domesticado y referente a un Estado-Nación).

Podemos usar también la definición de Gabriel Tarde, cuando dice que “la sociedad es posesión recíproca, bajo las más variadas formas, de todos por cada uno”. La lectura que Mauricio Lazzarato hace de Tarde también nos ayuda a pensar la multitud: “esa captura mutua, establece flujos de creencia y deseo que construyen inmanentemente el mundo, se establece una manera diferenciada de pensar lo social, pues la cooperación y la coordinación entre trabajador y capitalista, explotado y explotador, relaciones que son fundadas en una primera relación de cooperación y coordinación”.

Pensando medios de comunicación libres, podemos decir que cualquier sujeto, o un midialivrista, a diferencia de un periodista corporativo, no está en una protesta, un acto o una manifestación solo para hacer un registro (o reporte) dentro de una relación de trabajo. Él es cuerpo de esa multitud y de la comunicación, y una de las formas de movilizar y organizar, expresar, esa multitud.

Gabriel Tarde también concibe otra noción absolutamente pertinente que es la idea de público, subrayada por Mauricio Lazzarato. Para él, el público (la multitud, podríamos decir en el sentido de Negri) no es una masa amorfa, ni un conjunto de diferentes grupos o clases (de pertenencia exclusiva o única). Para él, el público, se compone de individuos que pueden pertenecer “simultáneamente a diferentes públicos”, caracterizando una multipertinencia. Muchas veces el concepto de multitud parece abstracto e incapaz de dar cuenta, por ejemplo, de comportamientos abiertamente fascistas en las protestas.

También podríamos continuar preguntando, y esa fue una de las cuestiones traídas por junio de 2013, ¿cómo se puede organizar una multitud sin liderazgos? Esa organización, para Gabriel Tarde, se da por influencia mutua. Y es lo que permite que algún orden, aunque no estable, aparezca. Aunque ciertamente existen otras formas de organización y auto-organización.

Las cuestiones que Negri traza con el concepto de multitud ya estaban presentes en Deleuze y Guattari con los conceptos de rizoma y de multiplicidad (en el libro Mil mesetas. Capitalismo e Esquizofrenia), igualmente disruptivos e inspiradores.

En esta línea, una política innovadora sería articular acciones en cultura digital con la cultura de redes, la creación de espacios transversales y articuladores: los Puntos de Cultura Digitales y las plataformas, redes, circuitos, como también, herramientas de puedan activar sistemas de participación (gabinetes digitales, consultas públicas, etc.) Se trata de hacer emerger una nueva arquitectura de gestión, una cultura de redes en que la cultura digital sea base de una democracia participativa y una nueva forma de pensar una co-gestión con los propios usuarios del sistema público y productores culturales.

Otro desafío de las políticas culturales es el de aproximar a las artes al campo de la disputa política y al campo socio-cultural. El momento en que los lenguajes artísticos pasan a transitar más allá de los centros culturales, museos e instituciones. El cine, la música, el teatro, la literatura, las artes visuales y performáticas, en sinergia con el campo comunitario y sociocultural, los Puntos de Cultura, con los lenguajes indígenas, de matriz africana, tradición oral, etc. Emergencia de vidas-lenguajes donde la estética nace de los territorios y de las luchas.

Acá tenemos una posible interfaz entre la política de los Puntos de Cultura con las acciones del campo de las artes tradicionales. Una oportunidad histórica para pensar ese diálogo de lenguajes y tradiciones, juntando los artistas del circuito tradicional de las artes, las galerías y museos con la experiencia, estética y lenguajes que vienen desde los bordes, la periferia, las tribus.

Inclusive, es una tendencia mundial, de una conexión local-global, el encuentro de generaciones de grandes artistas de todos los lenguajes con este campo ampliado de cultura en el sentido antropológico. Son acciones que tienen todo para estimular y hacer cruzar los dos campos, hoy separados, de los lenguajes artísticos y el campo socio-cultural.

Circuitos culturales y movimientos sociales

En ese sentido, cabe destacar también las experiencias formativas del circuito Fora do Eixo que creó su propia Universidad Fora do Eixo (UniFdE) proponiendo compatibilizar y sistematizar sus metodologías de formación con cartillas, con aulas que giran territorialmente por todo el país, inmersiones, vivencias, observatorios y talleres gratuitos.

Con una fuerte experiencia midialivrista y midiactivista realizada a través de Midia Ninja, Fora do Eixo es una de las referencias en relación con los modos de transformar la precariedad, la fragmentación y atomización de los colectivos, en un circuito integrado y descentralizado, que tiene como base para sustentarse una cultura y una economía en una red distribuida y desmonetizada.

Es una propuesta singular y exitosa de procesos de realización, experimentación, formación, en la que todas las acciones del circuito se convierten en metodologías potenciales de formación libre a ser replicadas y compartidas, y que se basan en diferentes estrategias de sustentabilidad, teniendo como base los activos del propio circuito (tiempo libre, fuerza de trabajo, dominio de lenguajes mediáticos y narrativas multimedias).

Al fomentar y organizar circuitos territoriales y virtuales (de música, audiovisual, medios de comunicación, redes de formación política), al crear experiencias de vidas compartidas y espacios de convivencia comunitarias (con las casas colectivas y en un nuevo comunitarismo), al crear monedas y bancos de tiempo, economía viva, la experiencia Fora do Eixo desborda las fronteras vida/trabajo, es una deriva experimental en la que todo es “laboratorio”, todo es formación. El proceso formativo, su mapeo y sistematización no “prepara” para la vida, es la propia vida experimentando y potenciando.

Economía de vida

La idea de una “economía de vida” gana cuerpo en Brasil a partir de múltiples experiencias. Además del debate sobre la “renta mínima universal”, horizonte de las nuevas luchas del precariado cognitivo, podemos destacar las experiencias de las monedas complementarias, monedas sociales o solidarias y el pensamiento de la economía solidaria y de las cooperativas. Entre otras de las formas de potenciar la autonomía de los colectivos y la invención de mundos.

Una vez más, apuntamos una de esas experiencias inspiradoras: la de la “Caja Colectiva“ (o Banco del Común), realizada por Fora do Eixo. Cuando cientos de jóvenes de todo Brasil en las ciudades del interior y/o capitales vuelcan su tiempo y vida para un proyecto común con una Caja Colectiva única que paga comida, ropa y casa colectiva, sin salario individual, pero autonomía para retirar del común lo que necesitan, abandonando sus “empleos esclavos”, o precarios, en los medios tradicionales, en la productora comercial, en las agencias de publicidad, o cualquier empleo fordista, para inventar su propia ocupación. Tienen su tiempo y vida liberada para producir a partir de una lógica distinta y comunitaria.

Se trata de una producción de mundos nuevos. La experiencia de un básico asegurado cambia la lógica de producción cultural. “Es devuelto” el tiempo del común que nos es robado por el capital, por el Estado, la normopatía (por las obligaciones, por la burocracia) cuando tenemos que “vender” nuestras habilidades, comunicación y afectos para un “trabajo muerto”.

La experiencia de la Caja Coletiva apunta a una radicalización del modelo del compartir. La Caja Coletiva es la síntesis de los recursos disponibles, tangibles e intangibles de cada uno puesto a disposición para las decisiones colectivas. Todo entra en la “rueda”: todas las experiencias, todos los bienes personales, el tiempo, los procesos y los productos, los sueños, pero también los problemas afectivos, personales, toda la vida es implicada y compartida, generando, obviamente, nuevos desafíos y problemas.

Es esa disponibilidad radical de tiempo libre y autónomo invertido en lo común que está en la génesis de las revoluciones del precariado cognitivo. Quien ya “perdió” todo, abriéndose de la familia normalizada, del salario a fin de mes, de la titulación universitaria, para invertir toda su vida en un proyecto colectivo, puede todo.

Nuevos desafíos aparecen en este modelo de comportamiento radical y de fondo común (seguridad, dificultades de gestión compartida, horizontalidad de las relaciones, individualidad), pero tener el tiempo libre (pagado colectivamente), no tener que “vender” su tiempo por comida, ropa y casa es tener una base mínima de vida sostenible, no se confunde con «trabajar del aire”, ni se trata de una «renta» o «bolsa» mínimas. Se trata de otra economía y horizonte, de un pacto colectivo para la invención de mundos. El Banco del Común puede servir de base para una nueva «economía de la vida».•

1 Nota de los traductores: Se utiliza para definir a los practican el jongo. El jongo es una danza, un género musical y una manifestación cultural africana en Brasil.

2 [NdT]: Concepto para denominar a los participantes del movimiento de cultura libre digital, medios, redes y software libre.

3 [NdT]: Género musical original del norte de Brasil.

Bibliografía

Bauwens, Michael. The Political Economy of Peer Production in http://www.ctheory.net/articles.aspx?id=499 and www.p2pfoundation.net

Bentes. Ivana (2015): Mídia-Multidão. Estéticas da Comunicação e Biopolíticas, Editora Mauad X, Rio de Janeiro.

Livro para baixar https://drive.google.com/drive/u/0/folders/0B8Wt_2FCwNDgWmN0WmVDVm5pWTQ

Deleuze, Gilles, Guattari, Félix (2011): Mil Platôs, vol. 1, “Capitalismo e esquizofrenia”, 2. Ed. 34. São Paulo.

Lazzarato, Maurizio (2006): As Revoluções do Capitalismo. Civilização Brasileira, Record, Rio de Janeiro.

Negri, Antonio. Hardt, Michael (2001): Multidão, Record, Rio de Janeiro.

* Ivana Bentes, Ensayista, profesora e investigadora brasilera en el área de la comunicación y la cultura.