A dónde ir, qué hacer. Periferia y latourismo

Elites y antropocentrismo en la periferia

 

El colonialismo no es una cosa –idea, objeto, teoría, ideología, aparato, concepto, Estado, etc.– sino una forma de agenciamiento (agency), una agenciavidad (agencyist, agencibity): una manera de estandarizar –por la financiarización, por la industrialización tecnológica– lo inmediato. Por ello el colonialismo no es un fenómeno que afecte solamente a los ámbitos periféricos del planeta, sino algo que hace a la propia constitución de aquello que hasta el momento hemos considerado como lo planetario mismo.

El riesgo de indicar como post-colonial a esta situación es de índole epistémica: la cuestión no se halla en concebir los mismos conceptos empleados en el pasado –Estado, política, ideología, etc.– con significado diferente sino, por el contrario, de refundar lo conceptual como tal, es decir, de entender lo político como una geo-condición en términos biosféricos. Lo terrestre que surge del Antropoceno redistribuye el sentido de lo político de una manera radicalmente diversa a la conocida –algo que ya era evidente en la periferia (C. Canaparo, Geo-epistemology. Latin America and the Location of Knowledge [Bern: Peter Lang, 2009]) y que ahora es incluso destacado, con alcance similar, por autores europeos (B. Latour, Où atterrir? Comment s’orienter en politique [La Découverte, 2017: 118-119]).

Cuando la idea de suelo se modifica, la concepción de aquello que indicamos como colonial nunca puede ser la misma. Por ello también asombra el tratamiento, por ejemplo, que se observa en relación al tema de los inmigrantes –o, mejor sería decir, de refugiados– como si la noción decimonónica de suelo fuese la misma en la actualidad. Y de allí que también sorprenda que la consideración de los pueblos continúe siendo la misma, como si aquello que hizo posible la institución del Estado y su andamiaje jurídico tuviese la misma legitimidad y eficacia que hace dos siglos. Cuando la desconexión de los humanos con el suelo es asertiva, es decir, vehiculizada de forma oligopólica por la tecnología, como sucede en la actualidad del Antropoceno, la política en sentido tradicional carece de relevancia y legibilidad. La noción de “siembra directa”, por ofrecer un ejemplo de la periferia y de agricultura industrial local, tiene una relación inmediata con esta pérdida de lo político y que, en la vida cotidiana, experimentamos como un “déficit de representación” (Latour, 2017: 120): cultivar la tierra ignorando el estado del suelo por confianza en las bondades de los productos químicos es una alegoría perfecta de la perspectiva humana mayoritaria respecto del Antropoceno.

La situación común en la actualidad de hallarse desprovisto de suelo no es sólo un fenómeno jurídico de propiedad de la tierra, sino un fenómeno humano masivo cuyas consecuencias recién comienzan a percibirse y que ciertamente tampoco se reducen a los pobres desesperados y desgraciados africanos que invaden las aguas del Mediterráneo todos los días en el noticiero televisado de las 20 horas. La llamada “crisis migratoria” es un fenómeno que concierne a lo humano como tal: por ello la “explosión de las desigualdades” y el surgimiento del Antropoceno como un nuevo régimen climático son una y la misma cosa.

Esta situación ha exacerbado dos rasgos básicos del colonialismo tradicional en la periferia: la situación por la cual lo local en términos “culturales” es definido a partir de una construcción exterior –eso que Latour en términos europeos indica como “le Grand Dehors” (2017: 88)– y la manera en que naturaleza y fisidad eran confundidos a partir de un principio de cientificidad (C. Canaparo, Ciencia y escritura [Buenos Aires: Zibaldone, 2003] y El imaginario Patagonia [Bern: Peter Lang, 2011]). Por ello es que la noción de modernidad ha constituido una paradoja en la periferia en el sentido que ha sido empleada como “ejemplo de lo que hacen otros” al mismo tiempo que como “vehículo de independencia y emancipación” y cuyas condiciones de existencia en definitiva re-envían al fenómeno colonial como tal. Cuando Latour, al referirse a la cientificidad, sostiene que “connaître, c’est connaître de l’extérieur” (2017:88), no está sino resumiendo un principio epistémico que ha predominado en toda concepción de la colonización en la periferia: el tratamiento animal respecto de los aborígenes tiene una relación directa con la manera en que lo humano en la actualidad es sólo entendido como tal cuando es vehiculizado por al tecnología.1 Y justamente por ello, de forma paradójica, se re-instala el argumento y los alcances de la entidad de lo no-humano, que era una cuestión presente en las culturas aborígenes de la periferia: “Si la composition de l’air que nous respirons dépend des vivants, l’air n’est plus l’environnement dans lesquelles vivants se situent et où ils évolueraient, mais, en partie, le résultat de leur action. Autrement dit, il n’y a pas d’un côte des organismes et de l’autre un environnement, mais une superposition d’agencement, mais une superposition d’agencements mutuels. L’action est redistribuée.” (Latour, 2017: 98)

La noción, en la que coinciden en la periferia los analistas llamados críticos así como los defensores de la industrialización tecnológica, es la de producción, es decir, la idea que, aun cuando las maneras varíen, la explotación de recursos sigue siendo la única forma que académicos, políticos y lobbyist locales entienden la entidad e integridad de lo posible. Los yacimientos llamados de Vaca Muerta, en la Argentina, por seguir con el ejemplo elegido, son el modelo casi perfecto que ilustra esta situación en la periferia. Cuando en realidad, al menos para los analistas más críticos, la dirección de los estudios debería ser diametralmente diferente: “Rédiger l’attention de la ‘nature’ vers le Terrestre pourrait mettre fin à la déconnexion qui a figé les positions politiques depuis l’apparition de la menace climatique, rendant périlleuse la jonction entre les luttes dites sociales et les luttes dites écologiques.” (Latour, 2017: 105-106)

Y esta alternativa y este diagnóstico es aquello que autores europeos como Latour sostienen las clases dirigentes (del Estado, de las industrias, de las corporaciones) constataron ya hace tiempo y son perfectamente conscientes de sus consecuencias y alcances y por lo cual abandonaron todo proyecto de “mundo en común” (Latour, 2017: 106-107). En el fondo Latour como europeo descubre aquello que los ámbitos periféricos del planeta ya conocen desde hace más de un siglo: la persecución de los intereses privativos de las minorías (de gobernantes, de dirigentes industriales, de corporaciones, de académicos, de sindicatos) son incompatibles con todo proyecto de construcción de una vida asociativa basada en un espacio común compartido y de negociación.

 

“Se equivocan quienes localmente hablan de «grieta» y todavía analizan en términos económicos clásicos estos fenómenos como antitéticos, confundiendo pobreza con capital y pensamiento crítico como análisis del Estado”.

 

Geo-epistemología

 

Bajo estas condiciones geo-espaciales es que puede leerse el comunitarismo –las gated communities, las comunidades cerradas, los “barrios privados”– sea, para seguir con el ejemplo periférico de Argentina, que lo entendamos como la llamada “Villa 31”, sea como el llamado barrio “Nordelta” de Buenos Aires: todos provienen de una misma cuestión común y que son las condiciones del Antropoceno, la manera en que lo humano es definido por lo no-humano, la manera en que la industrialización tecnológica define lo viviente, la manera en que la transformación en commodities de toda cosa u objeto sucede en lo cotidiano y la manera en que se produce la financiarización generalizada de la mayoría de los mecanismos de intercambio. Se equivocan quienes localmente hablan de “grieta” y todavía analizan en términos económicos clásicos estos fenómenos como antitéticos, confundiendo pobreza con capital y pensamiento crítico como análisis del Estado (véase por ejemplo Cecilia Arizaga, “La grieta de los countries”, www.pagina12. com.ar, 11.11.2017; Juan José Giani, “La grieta” www.pagina12. com.ar, 11.12.2016) e ignorando toda perspectiva biosférica o toda condición antropocénica. Esta idea de “grieta” es una ilusión sociológica y que no hace sino generar más equívocos en torno a la constatación indudable de una distancia humana abismal entre aquellos que cada vez más poseen y quienes cada vez menos tienen en términos patrimoniales. Y la razón de este sociologismo ya la hemos indicado con anterioridad: “On retrouve là le vice habituel de l’épistémologie qui consiste à attribuer à des déficits intellectuelles ce qui est tout simplement un déficit de pratique commune. […] S’il ne faut pas chercher la clef de la situation actuelle dans un manque d’intelligence, il faut la chercher dans la forme des territoires auxquels cette intelligence s’applique or c’est justement l’a que le bat blesse: il y a maintenant plusieurs territoires incompatibles les un avec les autres.” (Latour, 2017: 38)

Es decir, justamente al revés del planteo local de la “grieta”: no son principios sociológicos o políticos quienes explican la distribución del espacio, sino que las practicas cotidianas y comunes determinan la manera de concebir el espacio (Canaparo, Muerte y transfiguración de la cultura rioplatense [Buenos Aires: Zibaldone, 2005] y también El imaginario Patagonia [2011]). Por ello aquello que el propio Latour indica como novedad no lo es en los ámbitos periféricos constituidos en torno al colonialismo: “La politique a toujours été orientée ver des objets, des enjeux, des situations, des matières, des corps, des paysages, des lieux. Ce qu’on appelle les valeurs à défendre, ce sont toujours des réponses aux défis d’un territoire que l’on doit pouvoir décrire. Telle est en effet la découverte décisive de l’écologie politique: c’est une politique-orientée-objet. Changez les territoires vous changerez aussi les attitudes.” (Latour, 2017: 70).

La determinación de lo político en relación con las cosas-objetos es justamente aquello que define la especulación en los ámbitos periféricos, en particular la manera en que este cosismo-coseidad –o su gestión, o su administración– establece territorios (Canaparo, El pensamiento basura [Bern: Peter Lang, 2017]).

 

La post-política

 

Y, no obstante, contrastando la afirmación de Latour, en torno a la función de la epistemología y la ausencia o no de una “inteligencia”, justamente, el énfasis del autor francés en la dimensión espacial de las cuestiones, nos retrotrae a la dimensión colectiva de la inteligencia y no a su situación como elemento individual y abstracto. El “idiotismo”, entendido como ausencia o déficit de inteligencia, se refiere a la ausencia o déficit del espacio colectivo que requiere toda inteligencia. El idiotismo –cualquiera sean los orígenes que le atribuyamos y sin necesidad de considerarlo como fuente de los fallos epistemológicos– tiene un rol determinante en la manera de gestionar los espacios humanos comunes en la periferia (C. Canaparo, El mundo de atrás. Efecto antropoceno y especulación en los ámbitos periféricos [Bern: Peter Lang, 2018]). Existe una diferencia, que Latour no considera, entre entendimiento y acciones de los agentes/actores (público o privados), que resulta de relevancia: el comportamiento cínico de los agentes no excluye un idiotismo en términos de entendimiento. La película de Lars von Trier Idioterne (1998) expone justamente esta situación y en donde los intercambios entre “ser idiota” y “hacerse el idiota” son llevados al paroxismo, tal como efectivamente sucede en la “era Trump” a la que se refiere Latour. Sostiene Latour con razón: “…il est bien inutile de s’indigner sous prétexte que les électeurs trumpistes ne ‘croient pas aux faits’. Ils ne sont pas idiots: c’est parce que la situation géopolitique d’ensemble doit être déniée que l’indifférence aux faits devient tellement essentielle.” (Latour, 2017: 51-52). Obviamente que los agentes/actores son capaces de defender sus intereses, no son tarados, sin embargo ello no quita que sean unos perfectos idiotas en términos especulativos. La inteligencia, el no-idiotismo, no es una capacidad cerebral, es una combinación de sensibilidad, de consciencia, de desarrollo motriz y de dimensión colectiva. Y justamente por ello tiene sentido la propia afirmación de Latour: “En un sens, l’élection de Trump entérine, pour le reste du monde, la fin d’une politique orientée vers un but assignable. Ce n’est pas une politique ‘posverité’, c’est une politique postpolitique, c’est-à-dire, littéralement sans objet puisqu’elle rejette le monde qu’elle prétend habiter.” (Latour, 2017: 53)

La industrialización tecnológica, la financiarización planetaria y la consecuente vehiculización de lo humano por lo no-humano han conducido, como ya indicamos, a una dislocación con lo inmediato en términos de fisidad, es decir que las nociones de localidad que se tratan de sostener, en particular por las clases dirigentes, de manera pública, no logran (o no se interesan) asociar localidad y suelo. Por ello no sorprende el renovado resentimiento y ahínco con que persiguen a las minorías que aun se reivindican aborígenes. La construcción de un espacio común no sólo ha sido abandonada sido también que, en tanto no se halla vehiculizada por lo tecnológico, es perseguida. En este sentido, los analistas tradicionales que insisten en la “cuestión social”, sin darse cuenta de lo irreversible que constituye el Antropoceno, es decir, la presencia ineludible de la biosfera, sideran de la misma manera que las clases dirigentes actuales y locales que postulan la fuga hacia adelante: “Le XXe siècle a été l’âge de la question sociale; le XXIe est l’âge de la nouvelle question géo-sociale.” (Latour, 2017: 83).

Aquello que lo que hemos indicado como segundo grado colonial establece es que existe una relación directa entre colonialismo, cientificidad y concepción del espacio (C. Canaparo, Geo-epistemology. Latin America and the Location of Knowledge [Bern: Peter Lang, 2009] y asimismo El imaginario Patagonia [2011]), de manera que “une certain conception de la ‘nature’ a permis aux Modernes d’occuper la Terre d’une façon telle qu’elle a interdit à d’autres d’occuper autrement leur propre territoire. […] on va se retrouver prisonniers d’une conception de la ‘nature’ impossible à politiser puisqu’elle a été justement inventée pour limiter l’action humaine grâce à l’appel aux lois de la nature objective qu’on ne saurait discuter.” (Latour, 2017: 84-85). Y es precisamente aquello que sucede en la actualidad, en particular cuando se trata de instituir localmente, en la periferia, los aspectos vinculados al cambio climático o a toda consideración en relación con el Antropoceno. Es prácticamente imposible en la actualidad de la periferia hallar un analista que considere que “l’extériorité attribué aux objets n’est pas une donnée de l’expérience mais le résultat d’une histoire politico-scientifique très particulières…” (Latour, 2017: 85). Lo cual, al ser un principio geo-epistemológico básico, genera innumerables malentendidos.

“El Antropoceno en términos geo-epistémicos puede ser entendido como una generalización a escala planetaria de las condiciones coloniales que predominaron en los dos últimos siglos en la periferia”.

 

La espacialización periférica

 

La perversidad en la administración de los Estados en la periferia reside en su mayor parte en el hecho que haber postulado –con argumentos variados pero siempre residiendo en la modernidad de las medidas– una destrucción sistemática de toda tradición o herencia en términos biosféricos, desde la aniquilación aborigen hasta la financiarización generalizada de la economía actual a partir, por ejemplo, de las intervenciones del International Monetary Fund y sin olvidar la industrialización agrícola extrema: “La perversité du front de modernisation, c’est qu’en ridiculisant la notion de tradition comme quelque chose d’archaïque, il a rendu impossible toute forme de transmission, d’héritage, de reprise et donc de transformation, bref d’engendrement. Et cela vaut pour l’éducation des petits hommes, aussi bien que pour les paysages, les animaux, les gouvernements ou les divinités.” (Latour, 2017: 112). La paradoja de que son aquellos que fomentan una industrialización tecnológica extrema quienes con más frecuencia se refugian en una noción legal de naturaleza no debería en realidad sorprender si se analiza la evolución paralela entre colonialismo y Antropoceno.

Es así que tampoco sorprende el comportamiento de las “elites oscurantistas” como les llama Latour (2017: 107), en el sentido que “on été bien convaincues qu’il n’y aurait pas de vie future pour tout le monde qu’elles ont décidé de se débarrasser au plus vite de tous les fardeaux de la solidarité – c’est la dérégulation…” (Latour, 2017: 30)

Y, no obstante, existe al mismo tiempo una redistribución forzada de lo político a partir de lo terrestre que lentamente, pero de forma irreversible, imponen las condiciones del Antropoceno y que irán minando paulatinamente todo intento de asociación o comunitarismo a partir de los términos tradicionales de modernidad: esto es aquello que ya saben las clases dirigentes en su conjunto en la periferia. Y ello sin duda posee un territorio favorable en el desarraigo generalizado de las poblaciones: “Ce qui est frappant dans la situation actuelle c’est à quel point les peuples qui manquent se sentent égarés et perdus faute d’une telle représentation d’eux-mêmes et de leurs intérêts, et se comportent tous de la même façon, ceux qui bougent comme ceux qui restent sur place, ceux qui se disent ‘de souche’ comme ceux qui se sentent étrangers; comme s’ils n’avaient pas de sol durable et habitable sous leurs pieds, et qu’il fallait qu’ils se réfugient quelque part.” (Latour, 2017: 124). El fenómeno de desplazamientos masivos de poblaciones, que a escala planetaria será más y más frecuente, no sólo incluye a quienes se desplazan corporalmente sino también a quienes lo hacen intelectualmente todo el tiempo, tal como es el caso desde siempre en la periferia. El Antropoceno en términos geo-epistémicos puede ser entendido como una generalización a escala planetaria de las condiciones coloniales que predominaron en los dos últimos siglos en la periferia. •

 

* Claudio Canaparo,
Filósofo, ensayista y docente universitario (Birkbeck College, University of London).

 

1 Para decirlo con el ejemplo en curso: “naturalizar” para la revista Chacra –el paradigma de cientificidad campesino local– es emplear masivamente glifosato en los cultivos y cultivar es explotar la tierra disponible en su totalidad, es decir, toda la tierra dentro del perímetro de la autoridad del Estado.