Fetiches de época. Dinero y billetes en la cultura argentina

«Debería hacerse un análisis descriptivo de los billetes de banco. Un libro cuya ilimitada fuerza satírica sólo tuviera su igual en la fuerza de su objetividad. Pues en sitio alguno adopta el capitalismo, dentro de su sacrosanta seriedad, un aire más ingenuo que en esos documentos. Esos niños inocentes que juguetean alrededor de las cifras, aquellas diosas que sostienen las Tablas de la Ley o esos héroes maduros que envainan su espada ante las unidades monetarias constituyen un mundo de por sí: arquitectura para la fachada del infierno».

Walter Benjamin, “Asesoramiento fiscal”, Dirección única (1928).

En la Cuarta Conferencia Latinoamericana de Imprentas de Alta Seguridad, celebrada en Lima en junio de 2015, la familia de billetes argentinos “Tenemos Patria”, conformada por el billete de cien pesos “Eva Perón. Un instante hacia la eternidad”, y el de cincuenta pesos “Islas Malvinas. Un amor soberano” que reivindica la soberanía sobre ese territorio, obtuvo un reconocimiento internacional como Mejor de la Región del año 2015.1 “Diseño, relevancia nacional, equilibrio de las medidas de seguridad, identificación con la ideología nacional del país, aspiraciones de la población y educación pública”, fueron los criterios del jurado para otorgar el premio a la Casa de Moneda de Argentina. Al recibirlo, la entonces presidenta de la entidad Katya Daura enfatizó que en el contexto de la actualidad “la revisión de la historia y de los símbolos que nos representan ante el mundo se hace imprescindible”.

La nueva familia monetaria surgió de un concepto, el que da nombre a la serie, “Tenemos Patria”, que se eligió como motor para pensar e inventar los billetes. Es decir, los billetes se crearon como resultado de una idea, no abstracta sino encarnada en lo social y en tradiciones y valores determinados con los que el Estado, que es el organismo que posee la potestad de crear moneda, quiso identificar su posición dentro del contexto histórico político nacional y frente al mundo. En efecto, si el dinero es un concepto que se materializa en el billete (así como en otros soportes, que cada vez más tienden a la abstracción, desde el plástico de las tarjetas de crédito hasta los flujos de datos electrónicos y virtuales), un billete, además de ser un valor como medio de pago, es un objeto material cargado de significaciones y representaciones simbólicas. Por ejemplo, las figuras y los símbolos de soberanía que portan los billetes, cuya elección es potestad del Estado y responde a la imagen de nación que éste pretende construir en una coyuntura política determinada. “El objetivo de la nueva familia de billetes es representar los más de doscientos años de historia, a través de hechos y personas”, precisó la ex funcionaria y explicó que en esta nueva forma de pensar nuestra moneda, cada billete cuenta una historia y el pueblo recupera el rol de partícipe necesario en cada uno de los procesos, ya no sólo el prócer es quien recibe el reconocimiento, sino que todos los hombres y mujeres comunes, que en circunstancias excepcionales dedicaron su vida a las causas que plantaron, y que consolidan aún hoy los cimientos de nuestra nación.2

Estos son los argumentos que a su vez dieron sustento a la decisión de emitir el billete de cien pesos “Memoria, Verdad y Justicia. Un camino hacia la identidad” en homenaje a las Madres de Plaza de Mayo, que finalmente no llegó a concretarse. La polémica que la noticia sobre la emisión de este billete conmemorativo desató en la sociedad y en los mediosde comunicación cuando fue anunciada en marzo de 2015, dejó en claro que la moneda es una institución viva de la sociedad, más allá de su función de equivalente, porque hay en ella un espacio de disputa de sentidos e interpretaciones sobre la vida en común. Sobre este último aspecto llamaron la atención Mariana Luzzi y Ariel Wilkis, al señalar que si bien la elección de los símbolos de los billetes es “una herramienta poderosa de los Estados (…) estos no tienen nunca el monopolio de su interpretación”.3 Lo que hay en el dinero, en cambio, es una simbología sutil y compleja, cuyas significaciones también surgen y se reconfiguran en la propia circulación de ese objeto fabricado para pasar de mano en mano, en un gesto infinitamente repetido como signo por excelencia de la continuidad social. La doble confusión que estuvo en la base de la polémica radica, por un lado, en asumir erróneamente que lo que “las Madres” representan, la lucha y la resistencia, es afectado, en su significación, por lo que “el dinero” representa, en tanto símbolo de poder.4 Y, por otra parte, justamente esta misma noción unidimensional del dinero que lo concibe como un objeto con connotaciones puramente negativas (asociado al poder) sin reparar en su productividad social, como un objeto que está en todos lados y conecta a las personas entre sí, un objeto con significaciones económicas y simbólicas, pero también estéticas y afectivas.5

En síntesis, existe una relación paradojal entre dinero y billetes, dos instancias que aunque en la práctica suelen identificarse no son lo mismo. Es evidente que, por un lado, el dinero es más que los billetes, dado que, como señalé, estos son sólo uno de los tantos soportes monetarios existentes (entre ellos, monedas, cheques, tarjetas de crédito, bonos, tarjetas plásticas de micropagos para el pasaje en subte o colectivo y, según una tendencia cada vez más acentuada, dinero electrónico o virtual). A su vez, por otro lado, los billetes son más que dinero, en la medida en que son portadores de otros significados más allá de lo puramente económico, tal como la ex funcionaria enunció explícitamente a propósito de la serie monetaria premiada.

La gráfica monetaria como clave de lectura de una época

Este aspecto ligado a lo que los billetes representan más allá de su valor económico como medio de intercambio, se puede percibir al observar las imágenes de los billetes a través de las distintas líneas monetarias que circularon en nuestro país en distintas épocas. Por ejemplo, sobre las particularidades del diseño de los billetes de la línea monetaria Peso Ley 18.188 vigente entre 1970 y 1983, Patricia Ávila en su estudio acerca del dinero como memoria de la nación anota:

En los reversos figuran paisajes de diferentes lugares turísticos o de espacios conmemorativos de Argentina, representados con un criterio naturalista sobre la base del documento fotográfico. (…) Al igual que en el anverso, a medida que aumenta el valor el diseño cambia y se ordena más geométricamente, por lo que las imágenes se incorporan en rectángulos, ya no de manera informal como parecían surgir en los primeros valores. El reverso tiene características formales de una postal de promoción turística. Parece mostrar el país a la mirada de un extranjero, expone lo que se puede ver en un manual de tercer grado: la belleza de la bahía de Ushuaia, del Palmar de Colón, de las Cataratas del Iguazú, la imponencia del Banco Central, del Cerro de la Gloria, de la Plaza de Mayo.6

Los paisajes turísticos que menciona Ávila aparecen en los billetes de las denominaciones más bajas, es decir, aquellas que se emitieron hasta 1977. Luego de la llegada del gobierno dictatorial, en cambio, empiezan a prevalecer los motivos oficiales ligados a los edificios públicos y a los monumentos y las fechas patrias: el Banco Central, la Casa de la Moneda, la Fundación de Buenos Aires y el 25 de Mayo de 1810. Tanto el billete de diez mil Pesos Ley que comienza a circular en octubre de 1976 como el de cinco mil lanzado un año más tarde son la excepción que confirma la regla, ya que responden a ciertas pautas de diseño de los billetes emitidos en la etapa previa (el primero presenta en su reverso el Parque el Palmar de Entre Ríos, y el otro, una vista de la costa marplatense). En el billete que continúa la serie, el de cincuenta mil Pesos Ley, emitido a principios de 1979 en pleno período dictatorial, se advierte el cambio de diseño (nueva tipología y reubicación de las cifras en el reverso, inclusión de motivos geométricos en el fondo, etc.), que se hace más evidente aún en los billetes de mayor valor que completan la línea monetaria durante los años siguientes.

Una imposible neutralidad

Es en ese plano, en el aspecto gráfico de los billetes, en las figuras impresas, donde Benjamin advierte un aire de “ingenuidad” que interpreta como un desliz o un contrasentido de la “sacrosanta seriedad” del capitalismo. Ingenuidad y candor. Como se percibe en los motivos de la fauna argentina adoptados para la renovación de la familia de billetes nacionales llevada a cabo por la gestión actual de gobierno bajo la alianza Cambiemos, en un intento de “lavar” el sesgo político de las ideas encarnadas en figuras y personajes de la Historia. Un hornero en el billete de mil pesos anunciado para octubre de este año, un yaguareté en el de quinientos pesos, una ballena en el de doscientos… imágenes “neutras” de “Animales autóctonos de Argentina” (así se llama la nueva serie monetaria lanzada en 2016) y de su entorno natural, como una opción de diseño con pretensiones despolitizadoras. En este corrimiento estético hacia la naturaleza y lo natural como una operación “neutralizante” se reconoce claramente el sentido de“inocencia” buscado con las nuevas figuras, a la vez que, por su intención tan evidente, el propio gesto deja al descubierto la tensión que marca ese “mundo ingenuo” en su reverso, cifrada en este caso en el valor cada vez más alto de las denominaciones de los nuevos billetes como producto de una política monetaria y económica concreta… amalgama entre ornamento y efecto social cuyo sentido Benjamin condensó tan sugestivamente en una frase: arquitectura para la fachada del infierno.

En los billetes de la familia “Tenemos Patria”, en cambio, no solo la sofisticación del diseño, sino el concepto y su historicidad, que se advierten incluso a primera vista, en cierta forma perturban algo del orden de esa “ingenuidad” ornamental a instancias de la adopción de ideas encarnadas en escenas y personajes claramente vinculados con la realidad del país en el presente o en épocas no tan lejanas, ideas que son plasmadas en los billetes a través de una resolución ideológico-formal basada en parámetros estéticos definidos, con guardas, motivos, formas y figuras que componen un diseño de conjunto de alto impacto visual. En esta serie queda más expuesta esa dimensión peculiar de los billetes como pequeñas superficies móviles en las que se inscriben y a través de las cuales circulan socialmente ideas y conceptos. Una dimensión inherente a todo billete en tanto objeto social, un objeto que —en palabras de Héctor Schmucler— “aparece como lugar de reconocimiento y decepción, de orgullo y extrañeza”7 y que actualiza en otro plano, distinto del que concibe al dinero como signo de valor económico, el vínculo vivo entre dinero e imaginario social. •

1 Completaron la serie el billete de cinco pesos “San Martín. El sueño de la Patria Grande”, en circulación desde octubre de 2015, y el billete de diez pesos “Manuel Belgrano. Alta en el cielo”, emitido en abril de 2016.

2 Una reseña de la noticia en la que se pueden leer estas declaraciones y ampliar la información se encuentra en la página web de la Casa de Moneda en el siguiente enlace: http://www.casademoneda.gob.ar/news/nuevo-reconocimiento-internacional-a-billetes-argentinos/.

3 Ver el artículo de Luzzi y de Wilkis “Pañuelos que son más que dinero”, publicado en la Revista Ñ [online] el 10 de abril de 2015 (disponible en: ).

4 Como hace Mirta Varela al afirmar que “de circular alrededor de la pirámide, las Madres circularán por las arcas de la banca”, en el artículo con el que Luzzi y Wilkis polemizan, en el cual Varela afirma también que “los valores y las ideas de los militantes asesinados por la Dictadura no incluían, en ningún caso, la reivindicación del consumo y el capitalismo”, como si todas las figuras de los billetes, por estar en los billetes, asumieran semejante reivindicación. El artículo de Varela “Una madre no lucha para ser billete” se publicó en la Revista Ñ [online] el 3 de abril de 2015 (disponible en: ).

5 El cuestionamiento del “dinero sospechado” (al que se le adjudican los males de la sociedad) define la línea de investigación que Wilkis desarrolla en su trabajo sobre una sociología moral del dinero aplicada al estudio de las clases populares (Las sospechas del dinero. Moral y economía en la vida popular, Paidós, Buenos Aires, 2013), en el que avanza en la dirección pionera trazada por Viviana Zelizer al indagar la vida social del dinero. Zelizer sostiene que, lejos de ser un medio de intercambio impersonal y objetivo como sugiere la teoría económica y los estudios sociológicos tradicionales, existen múltiples significados del dinero de acuerdo a sus distintos usos sociales. De modo que el dinero es resignificado por la gente que lo usa, ya que en los diversos intercambios que mantienen entre sí, las personas le otorgan al dinero significaciones nuevas (ver El significado social del dinero, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011).

6 Ávila Patricia, Y tú también te vas. Argentina y el dinero, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2007, p. 243.

* Marcela Visconti, Doctora en Historia y Teorías de las Artes (FFyL UBA).